Entendí mi gozo – Salmo 119:33-40

Meditación sobre Salmo 119:33-40 por el A. I. José Antonio Velázquez Ch.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

He

Los Salmos son cantos didácticos inspirados por el Espíritu Santo para enseñarnos a andar en el camino de salvación los judíos atentos a lo que Dios les dijo que deberían enseñarles a sus hijos la palabra.

Usaban estos cantos como uno de los métodos para cumplir con esta responsabilidad, pues la música facilita la memorización y, por si esto fuera poco, se usaban en las promesas de Dios y sus enseñanzas.

Así es como el versículo 33 nos dice:

Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.

El salmista clama a Dios por la enseñanza de sus estatutos al Espíritu Santo, que siempre en su corazón y mente el conocimiento de la enseñanza de ellos, pues ha comprendido que la enseñanza de su Palabra es vida -vida eterna.

El versículo 34 nos dice:

Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.

El creyente no puede aprender las enseñanzas de la Biblia, si deja de mirar al autor como su creador y Señor; y algo escrito como su Palabra sus ojos permanecerán cerrados y su mente no podrá recibir instrucción alguna. Es por esto, que vemos a muchos hombres que leen la Biblia y solo la ven como una obra literaria. El creyente debe orar para aprender pedir a Dios dirección y entendimiento de sus estatutos.

El versículo 35 dice:

Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad.

El corazón del hombre está tan impregnado del pecado que es necesario que clame al Espíritu Santo para que obre en nosotros y nos dé entendimiento y la fortaleza para llevarnos al camino correcto.

El versículo 36 nos dice:

Inclina mi corazón a tus testimonios,
Y no a la avaricia.

El salmista nos enseña que no hay mayor riqueza que la palabra de Dios y por tanto sus promesas son invaluables. No se puede comparar la riqueza celestial con lo material. Nos enseñan a llegar a la meta, ganar la batalla, una postura.

El versículo 37 dice:

Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
Avívame en tu camino.

El conocimiento que nos da Dios a través de su palabra debe provocar en nosotros humildad, ya que ésta nos es dada por su gracia y no por nuestra capacidad intelectual, aun cuando el aprender implica un esfuerzo y dedicación de parte de nosotros.

El versículo 38 nos dice:

Confirma tu palabra a tu siervo,
Que te teme.

Es necesario tener reverencia a Dios y temor por el incumplimiento de su ley. No puede haber devoción a Dios si no se tiene temor a sus estatutos.

El versículo 39 nos enseña:

Quita de mí el oprobio que he temido,
Porque buenos son tus juicios.

Solo el Señor puede quitar el oprobio del pecado. No nos va a avergonzar en público ni nos va a retirar el perdón de nuestros pecados, porque nos ha perdonado por su gracia es de una sola palabra.

El versículo 40 nos enseña:

He aquí yo he anhelado tus mandamientos;
Vivifícame en tu justicia.

El creyente pide al Señor que lo vivir y que conforme su justicia -justicia que nos fue imputada por nuestro Señor Jesucristo muriendo en la cruz por nuestros pecados. Nos ha justificado y dado vida eterna, nos ha verificado en su hijo amado ante el padre.

Hermanos alabemos a Dios cantando Salmos con alegría y gozo en nuestros corazones porque es su Palabra, su enseñanza, su ley. Porque son sus promesas cumplidas. Cantemos Salmos


Comparte con tus amigos