Desmayado por la aflicción, vivificado por la Palabra de Dios

Meditación sobre Salmo 119:81-88 por el Pbro. Pedro arcos S.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Continuaremos con este recorrido por el Salmo 119. Hoy llegamos a la estrofa número 11 que comienza con la letra KHAF.

Estimados hermanos y amigos, les invito a escuchar los versos que forman esta estrofa y nos damos cuenta la maravillosa bendición que encontramos al leer estos versos de la Biblia el Salmo 119:81-88, dice de esta manera:

Caf

81 Desfallece mi alma por tu salvación,
    Mas espero en tu palabra.

82 Desfallecieron mis ojos por tu palabra,
Diciendo: ¿Cuándo me consolarás?

83 Porque estoy como el odre al humo;
Pero no he olvidado tus estatutos.

84 ¿Cuántos son los días de tu siervo?
¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen?

85 Los soberbios me han cavado hoyos;
Mas no proceden según tu ley.

86 Todos tus mandamientos son verdad;
Sin causa me persiguen; ayúdame.

87 Casi me han echado por tierra,
Pero no he dejado tus mandamientos.

88 Vivifícame conforme a tu misericordia,
Y guardaré los testimonios de tu boca.

La estrofa inicia con la palabra “desfallece”, que significa: agotado, cansado, debilitado, estar sin fuerzas; y es así como se siente el salmista.

Es importante aclarar que el salmista no estaba hablando de su cuerpo; se siente cansado, sin fuerzas, sino el salmista está hablando de su alma y quiere un cambio a eso. No se conforma.

Muchos se desaniman tanto, que se conforman. el salmista lo que hace: clama por su salvación, quiere que la intervención de Dios pueda producir un cambio a esta situación, ¿y sólo eso? ¿sólo ahora expresa cómo se siente y espera? No, sino que ha decidido seguir esperando en Dios y confiando en su Palabra.

Mientras el salmista seguía escudriñando las Escrituras más y más. Este versículo nos muestra que hay ocasiones en las cuales Dios se retrasa en contestar y cambiar una situación; y no debemos desanimarnos, sino perseverar en Dios y en su Palabra.

Observamos que el salmista perseveró y perseveró hasta el punto de sentir que sus ojos tampoco tenían ya fuerzas. Mientras esperaba y meditaba en la palabra clamaba a Dios “¿cuándo me consolaras?” el motivo que nos da para esta petición la vemos a continuación en el verso 83, dice de esta manera_

Porque estoy como el odre al humo;

En Oriente las botas de vino, cuando se van a usar, se dejan en una habitación con humo y terminan secándose, arrugándose. ¡Qué expresión más clara! mi alma, mis ojos sin fuerzas ya , en mi cuerpo seco y arrugado. Pero qué hermoso es ver, aunque sus ojos y cuerpos secos y debilitado su espíritu, su alma seguía teniendo hambre y sed el Dios vivo, en su Palabra nos dice:

Pero no he olvidado tus estatutos.

Como pueblo redimido no debemos dejar que nada ni nadie nos engañe cuando estemos en los momentos de más debilidad, cuando sentimos que ya no nos quedan más fuerzas es cuando más debemos seguir buscando y perseverando en Dios y su Palabra.

El salmista vuelve a hacer un par de preguntas a Dios ¿Cuánto me queda así? ¿Cuándo vas a cambiar esta situación?

Se siente tan mal que llega a pensar ¿estaré vivo cuando Dios me haga justicia? No pregunta ¿me harás o no me harás justicia? sino ¿cuándo vas a hacerlo? y eso es totalmente distinto. Aunque el salmista estaba agotado, pero nunca dejó de confiar en Dios.

El salmista sabía que Dios hará juicio contra sus enemigos y por lo tanto le hará justicia a él y nos dice quién es su adversario en esta situación que estaba viviendo. En el verso 85 dice:

Los soberbios me han cavado hoyos;
Quiere decir que hay gente soberbia. Gente que se cree superior, que siempre están por encima. Que han cavado un hoyo para que caiga ¡impresionante! Los soberbios han usado su astucia para preparar una trampa oculta donde el salmista caiga.

Es importante, amados hermanos, que tengamos los ojos bien abiertos. Los soberbios se ven de lejos, pero muchos de sus planes están en lo oculto. El salmista nos deja muy claro que estas actitudes de los soberbios no son conforme a la Palabra de Dios. Además, el salmista agrega algo mucho más impresionante: el salmista es perseguido sin motivo, sin razón, no había ninguna razón para pasar esta tremenda dificultad, sino en el orgullo y la envidia de los que le perseguían y el salmista lanzó un grito de auxilio.

En el verso 86, dice de esta manera

Todos tus mandamientos son verdad;
Sin causa me persiguen; ayúdame.

Encontramos la palabra “ayúdame”. Nosotros nunca debemos avergonzarnos pedir ayuda; mucho menos a Dios. El salmista estaba pidiendo ayuda a Dios, porque él sabía que solamente la ayuda viene de Dios y el salmista termina este triste y está triste apasionante estrofa con un clamor que hemos visto a lo largo de todos los que llevamos. Así que debemos aprender de él y nunca nos debemos cansar de repetir, dice el último versículo:

Vivifícame conforme a tu misericordia,

No se conforma con este desfallecer, con esta sequedad y clama al único que puede cambiar su situación, con la oración que puede cambiarle, le dijo a Dios que quería era ayuda.

El salmista cierra la estrofa con su firme compromiso para con Dios y su Palabra…

Y guardaré los testimonios de tu boca.

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