La Palabra de Dios es poderosa y perfecta

Meditación sobre Salmo 119:89-96 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

El Salmo 119 es la canción por excelencia a la Palabra; todo el capítulo, desde el versículo 1 hasta el 176. Sin embargo, la estrofa que vamos a ver hoy, que se titula Lámed, eleva la alabanza a la Palabra de Dios a nuevas alturas.

La Palabra de Dios sabemos que es eterna y no conoce límites. La autoridad de la Palabra es establecida en el cielo; por tanto, su autoridad también debe establecerse en tierra.

Veamos lo que dice:

Lámed

89 Para siempre, oh Jehová,
    Permanece tu palabra en los cielos.

90 De generación en generación es tu fidelidad;
Tú afirmaste la tierra, y subsiste.

91 Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy,
Pues todas ellas te sirven.

92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
Ya en mi aflicción hubiera perecido.

93 Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos,
Porque con ellos me has vivificado.

94 Tuyo soy yo, sálvame,
Porque he buscado tus mandamientos.

95 Los impíos me han aguardado para destruirme;
Mas yo consideraré tus testimonios.

96 A toda perfección he visto fin;
Amplio sobremanera es tu mandamiento.

La Palabra de Dios es poderosa y es perfecta, porque es eterna.

En Isaías 40:8 dice

Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.

En los primeros versos de la estrofa Lámed, el salmista comienza con una fuerte afirmación de la naturaleza eterna y permanente de la Palabra de Dios. Esto simplemente es el reflejo de la naturaleza y del carácter de nuestro Dios; algo que también vemos en su creación.

En los actos de nuestro Dios hay permanencia. Servimos a un Dios en quien se puede confiar hoy y para siempre, a lo largo de todas las generaciones.

La Biblia no es antigua ni es moderna sino que es eterna.

En el versículo 89, donde inicia esta estrofa, el compositor declara:

Para siempre, oh Jehová,
Permanece tu palabra en los cielos.

Usa la palabra “permanece”. La Palabra de Dios tiene esa cualidad, es eterna, nunca cambiará, es segura, está asentada en la naturaleza eterna y permanente.

Su naturaleza perdurable no podría ser más segura y más cierta. Podemos confiar en ella hoy mañana y siempre.

El salmista conecta esta naturaleza eterna de la Palabra de Dios con la fidelidad de Dios, dice que perdura a través de las generaciones; literalmente dice “de generación en generación”. A lo largo de todas las generaciones perdura.

Luego hace una conexión adicional con la creación. Algo que Dios trajo la existencia por su mera Palabra.

La obra de Dios es confiable, porque Dios es confiable.

La permanencia de la tierra que él creó es un emblema, es garantía de la fidelidad de Dios. Dios creó todas las cosas por su Palabra, y también por su Palabra él sustenta todas las cosas.

Recuerden, hermanos, Colosenses 1:16 y 17, que nos da un comentario muy apropiado sobre este versículo. Dice:

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

En el versículo 91 nos refuerza la verdad que ya había dicho en el versículo 90, y luego agrega algo más, la frase

Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy,

es paralela a la del versículo anterior que dice

Tú afirmaste la tierra, y subsiste.

pero no termina en ese paralelismo sino que agrega

Pues todas ellas te sirven

Hermosa expresión, porque toda la creación está, hermanos, al servicio de Dios.

Toda la creación existe debido a la obediencia a la Palabra de Dios, y toda la creación, por tanto, existe para hacer su voluntad.

La Palabra de Dios es poderosa y perfecta, porque también nos da vida.

Dice en el versículo 92

Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
Ya en mi aflicción hubiera perecido.

Las aflicciones, la oposición, el dolor, la persecución, el sufrimiento son cosas que a menudo los creyentes vamos a experimentar. No nos debería de sorprender esto, son cosas que todos los creyentes podemos esperar. No hay una promesa de salud y riqueza para todos los que tengan que reclamarla ¿no?  No, eso sería un retrato muy poco realista y falso acerca de la vida cristiana. Simplemente lo podemos ver en la experiencia de Pedro, de Pablo, Santiago, Juan; y tampoco fue la experiencia del Señor Jesús. Cuando lleguen tiempos difíciles ¿que es lo que nos va a guiar para responder ante ello, ante esos tiempos difíciles?

Al salmista, la Palabra de Dios le trajo una sonrisa y una canción a su corazón.

El salmista dice que es su delicia, su felicidad, algo que el meditó, que memorizó y que expresó a través de una canción, a través de un poema.

Si la Palabra Dios no hubiese ocupado este lugar en el corazón del salmista, entonces dice que -él mismo salmista dice- que no habrá ninguna duda, seguramente en su afilcción ya habría perecido. Esa aflicción habría terminado con él.

En el versículo 93, que dice

Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos,
Porque con ellos me has vivificado.

La Palabra de Dios nunca debe olvidarse. En una declaración del salmista -que hasta podemos llamarla audaz- declara lealtad, esa lealtad que fluye de un corazón lleno de gratitud por la Palabra de Dios.

El salmista proclama

Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos

Cuando dice esto, está también diciendo que al estar herido, cuando está en problemas, cuando está angustiado, dice “recordaré”; tu Palabra vendrá a mi memoria, pensaré en ella, obedeceré. Esto es lo que nos comunica aquí el Salmo.

¿Y por qué ir a la Palabra?

Cuando surgen esas ocasiones difíciles la respuesta es clara. Aquí lo dice:

Porque con ellos me has vivificado.

Porque por ellos me has dado vida; me has vivificado. Por tu palabra mi vida fue preservada, fue revivida; tu renovaste y revitalizaste mi vida con tu Palabra. Tu Palabra poderosa y perfecta este tema, de ser verificados con la Palabra de Dios, es un tema recurrente en el salmo; pero también debería ser un tema recurrente en nuestras vidas.

En el versículo 94 dice,

Tuyo soy yo, sálvame,
Porque he buscado tus mandamientos.

La Palabra de Dios nos salva, el salmista afirma su devoción al Señor, dice  Tuyo soy yo, y esto le da la base -o el fundamento- para su breve y sencilla oración; de hecho una oración de una sola palabra que dice Sálvame. Está claro que el salmista necesita ser salvado de los malvados que va a mencionar en el siguiente versículo -de los impíos, dice literalmente el compositor. Sabe que sólo Dios puede salvar, por lo que sabiamente se dirige a Dios, que es la persona adecuada.

En el versículo 95 dice

Los impíos me han aguardado para destruirme;
Mas yo consideraré tus testimonios.

La palabra de Dios nos sostiene. En el versículo 95 nos damos cuenta de que esa aflicción que había mencionado en el versículo 92, es por los impíos -dice- los impíos que me han aguardado, es decir, me acechan para destruirme.

El versículo 92, cuando dice que si no es por su Palabra ya habría perecido, nos está diciendo que esos impíos estuvieron cerca de lograr su objetivo. Sin embargo, cuando recurre a la Palabra de Dios nos damos cuenta que no eran rivales suficientemente fuertes contra la Palabra. Aquí la Palabra la describe como los testimonios de Dios.

El gran predicador Spurgeon (Charles H. Spurgeon] pintaba una imagen hermosa de lo que nos dice este versículo 95, voy a tratar de repetirla como él dijo:

“Los impíos -decía- eran como fieras agazapadas en el camino -los salteadores de caminos que acechan a un viajero- pero el salmista siguió su camino sin considerarlos, porque estaba considerando algo mejor ¿qué estaba considerando? el testimonio que Dios ha dado a los hijos de los hombres. Él no permitió que la malicia de esos malvados lo quitara de su santo estudio de la palabra divina.”

El versículo 96, que es con el que concluye esta esta estrofa, dice

A toda perfección he visto fin;
Amplio sobremanera es tu mandamiento.

La palabra de Dios es poderosa, es perfecta también, porque no tiene límites.

El versículo 96, donde concluye esta hermosa estrofa, proporciona buen resumen de toda la estrofa. Dice que aún la creación de Dios tiene sus límites.

La creación está marcada por una perfección limitada y relativa, pero los mandamientos de Dios están marcados por una perfección ilimitada y absoluta. Son para siempre eternos van más allá de cualquier perfección que este mundo o la vida puedan ofrecer.

En resumen la estrofa nos afirma la preexistencia, la naturaleza eterna de la Palabra de Dios. El Nuevo Testamento afirma la misma verdad, pero lo hace un poco diferente; lo hace a la luz de la encarnación del Verbo -de Cristo Jesús- dice en Juan 1:1

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

y luego en el versículo 14 dice

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros

Tanto la Palabra escrita que tenemos, que Dios nos ha dado, como la Palabra viva -Cristo Jesús- permanecen para siempre y ambos son eternos.

Esta Palabra viva y esta Palabra escrita existieron antes de que comenzara el tiempo y continuará aun cuando este tiempo termine. Les invito, hermanos, a que continúen meditando en la Palabra de Dios.

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