Maravillosos son tus testimonios – Salmo 119:129-136

Meditación sobre Salmo 119:129-136 por el A. I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hoy vamos a ver la estrofa del Salmo 119, titulada con la letra hebrea p (PE) (Puede leer la estrofa complata abajo)

Esa letra se representa con el pictograma de una boca.

Los invito a que veamos esta estrofa como una oración, algo que hacemos con nuestra boca y, al comprenderlo mejor, podamos apropiarnos de ella, hacerla nuestra ¿les parece bien?

Entonces veamos que dice cada uno de los ocho versos de los que consta.

El versículo 129 inicia diciendo:

Maravillosos son tus testimonios;

Aquí la palabra testimonios usa la palabra hebrea עֵדוּת (edút) que literalmente significa testimonios. Hace referencia a aquellos mandamientos que son conocidos como las mitzvot de la de la Ley en la Torá. Esos mismos recuerdan un evento histórico para los hijos de Israel, por ejemplo, el sábado, la pascua, el pentecostés, etcétera.

Estas fechas son testimonios. Son recordatorios de eventos importantísimos dentro de la historia del pueblo de Dios.

En el Salmo 145, vemos algo de ello. Nos dice en los versículos 4 al 8. Me voy a permitir leerlos. Dice así

Generación a generación celebrará tus obras,
Y anunciará tus poderosos hechos.
En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,
Y en tus hechos maravillosos meditaré.
Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres,
Y yo publicaré tu grandeza.
Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad,
Y cantarán tu justicia.

Nos está hablando de los testimonios de Dios. Aquellos grandes hechos maravillosos. Los que recordamos que ha hecho con el pueblo de Dios, y los que ha hecho con nosotros. Publicaremos su grandeza, cantaremos su grandeza, cantaremos su justicia dice en el Salmo Lento para la ira, y grande en misericordia.

El Salmo 150 es otro Salmo que frecuentemente, incluso, cantamos. Lo cantamos, dice:

Alabadle por sus proezas;

Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.

esto es en el versículo 2 y termina diciendo en el último versículo

Todo lo que respira alabe a JAH.

Es maravilloso el poder de Dios. Hay un gran poder que acompaña a la Palabra de Dios y asombra los corazones de quienes la consideran; de los que sienten esa Palabra de Dios.

En 1 Tesalonicenses 1:5 -siempre hay que recordarlo- ese versículo dice así:

Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros.

Eso decía el apóstol Pablo a los creyentes en Tesalónica.

Habla del poder del evangelio: “no son palabras solamente”. Así como la Escritura no son palabras solamente, sino es poder, es el Espíritu Santo. Dios mismo hablando a nosotros.

En el siguiente verso, en el verso 130, nos dice esta estrofa:

La exposición de tus palabras alumbra;

Nos habla de la exposición de las Palabras. En el momento que esas palabras de la Escritura logran ser admitidas en nuestra alma, la iluminan. Al entrar inundan la mente, la iluminan, son claras.

La Palabra no encontrará entrada seguramente en algunas mentes, porque éstas están bloqueadas por la vanidad, por el prejuicio, la indiferencia, no sé… pero cuando se presta la debida atención, la iluminación divina nos llevará al conocimiento de la mente de Dios.

Como si el salmista dijera “Oh Dios, que tus palabras, como los rayos del sol entren por la ventana de mi entendimiento y disipen las tinieblas de mi mente”. Y dice después:

Hace entender a los simples.

 A los sencillos les da no sólo conocimiento, sino comprensión. Los simples -los sencillos- ¿pero a qué se refiere con eso? porque los sencillos, la gente sencilla, frecuentemente puede ser despreciada o su sencillez puede entenderse como especie de ingenuidad y entonces se convierten en burla de los demás; pero en realidad se refiere a aquellos no son como lo que en otras partes de la Escritura nos habla de aquellos de “doble ánimo”. Dicho en otras palabras (y en alguno de los versos de este salmo también nos habla de estas personas de doble ánimo). Les llama hipócritas.

La Palabra de Dios, no solo nos otorga su luz, sino que abre nuestros ojos para que podamos ver, es decir, nos da entendimiento.

Dios prepara nuestras mentes para recibir la Palabra. No podemos recibir la verdad de Dios a menos que nuestras mentes sean ayudadas para verla y estén preparadas para comprender la Palabra de Dios.

En el siguiente verso, en el 131, dice:

Mi boca abrí y suspiré,

La estrofa se titula con la letra p (PE) que es una boca.

El salmista estaba lleno de un intenso anhelo, de manera que suspiraba y no se avergonzaba de describirlo con un símbolo muy expresivo, muy natural y dice: “suspiré”.

En algunas versiones dice: “jadeaba”, como si estuviera refiriéndose a aquellos animales en el en el bosque que jadean cuando andan buscando, desean agua o tienen sed. Dice:

porque deseaba tus mandamientos

“Suspiraba porque deseaba tus mandamientos. Anhelaba conocerlos, anhelaba obedecerlos, anhelaba conformarme a tu Espíritu, anhelaba también enseñarlos a otros”.

Era un siervo de Dios. Su mente trabajadora, pues, anhelaba recibir órdenes de Dios. Era un aprendiz en la escuela de la gracia. Su espíritu ansiosamente anhelaba ser enseñado por el Señor.

En el verso 132 dice una palabra solamente, y con ella inicia y esa palabra sola es una oración, dice:

Mírame,

Un creyente no puede estar sin oración por mucho tiempo. En los versículos anteriores había estado expresando el amor del salmista -su propio amor- por la Palabra de Dios, pero aquí está en este momento -lo podemos ver de rodillas- diciendo el Señor “mírame”. Una breve oración de una sola palabra, mientras suspiraba y decía “mírame”. Suspiraba por los mandamientos de Dios, suplicaba que lo mirara, que viera sus anhelos que no podía expresar y que éstos suplicaron por él: “mírame, Señor”. No se escondía de Dios, sino deseaba ser visto, deseaba ser conocido por Dios y observado en todo momento por Él y decía después.

y ten misericordia de mí

Fíjense, si Dios nos mira será misericordioso con nosotros, porque dice también

Como acostumbras con los que aman tu nombre.

“Mírame”, es decir, mírame como miras a los que te aman en mis recuerdos de mí como estás acostumbrado a hacer con aquellos que verdaderamente te sirven.

En el versículo que sigue, el 133, dice:

Ordena mis pasos con tu palabra,

Habla de orden. Dios por su gracia nos permite que dirijamos nuestros pasos, paso a paso hacia donde ordena su Palabra. Esta oración pide que cada acto que realizamos cada acto distinto, cada paso, pueda ser organizado y gobernado precisamente por la voluntad de Dios que encontramos en su Palabra. Y después dice:

Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.

Aquí podemos pensar que el salmista pide hacer todo lo que está bien, no caer bajo el poder de nada que esté mal. Dios es nuestro Rey, nuestro Soberano; tendríamos cada pensamiento sujeto a su influencia.

Un creyente anhela ser librado del poder del mal y es consciente de que no podrá obtener esa libertad por sí mismo, entonces, como sabe que no puede obtener esa libertad por sí mismo, clama a Dios por ella.

En el siguiente versículo dice:

Líbrame de la violencia de los hombres,

David, sin duda, había padecido violencia; entonces suplica estar a salvo de ella. Ser salvado de la violencia.

El mismo Dios que nos enseñó a orar “no nos dejes caer en tentación”, va a tomar en cuenta esta oración, que es muy parecida. Padecer violencia es también ser tentado, precisamente porque cuando nosotros recibimos violencia, nuestra reacción natural, nuestra tendencia natural es a responder con violencia. Entonces el salmista pide ser guardado de ella para no responder con misma. Y dice:

Y guardaré tus mandamientos.

El salmista aquí dice que al no padecer violencia, entonces podrá seguir el camino del Señor.

En el siguiente verso (135) dice:

Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo,

El salmista vuelve a utilizar ahora una figura poética hablando del rostro de Dios. Vuelve a declarar que es un siervo de Dios y que no busca el favor de los demás, sino el favor del Creador. El creador cuyo rostro resplandece e ilumina nuestro camino, y le dice:

Y enséñame tus estatutos.

Eso es el resplandor del rostro de Dios sobre el: que los estatutos de Dios les sean enseñados.

Estos estatutos ( חֻקֶּֽיךָ׃  kjokim ) esos mandamientos no son todos los mandamientos, sino son aquellos mandamientos que son difíciles de entender porque carecen de una explicación lógica. Nosotros diríamos: hazme entender aquellos conceptos en tu Escritura que son difíciles de entender, a menos que tenga iluminación parte tuya. Y por ello, hermanos, no hay mayor bendición que la enseñanza de los estatutos de Dios, de la Palabra de Dios.

El creyente necesita la enseñanza. Al caminar a la luz del rostro de Dios aprendes los estatutos divinos, entonces buscas no transgredir esos estatutos de Dios.

Para finalizar, en el verso 136, dice de una forma también poética el salmista,

Ríos de agua descendieron de mis ojos,

Porque no guardaban tu ley.

Lloraba por aquellos hombres, que al no guardar la Ley de Dios estaban atrayendo sobre sí mismos la ira de Dios. Su dolor era tal que apenas podía desahogarse, por eso lo describe poéticamente como “ríos de agua” y en esto llegó a ser como el Señor Jesús, que contemplaba -recuerden- contemplaba la ciudad y lloraba por ella, como el mismo Jehová que dice que no se complace en “la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.” (ver abajo Ezequiel 33:11)

Las cosas espirituales, hermanos, afectan más a aquellos que estudian mucho la Palabra.

¿Quieres ser de ellos? ¿Quieres ser de aquellos que estudian la Palabra? que buscan y dice “que ansían”, “que suspiran” por la Palabra de Dios. Al hacerlo, el estudiar la Palabra de Dios nos enseña la verdad y la esencia de las cosas.

Ezequiel 33:11

Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?

Pe

129 Maravillosos son tus testimonios;
    Por tanto, los ha guardado mi alma.

130 La exposición de tus palabras alumbra;
Hace entender a los simples.

131 Mi boca abrí y suspiré,
Porque deseaba tus mandamientos.

132 Mírame, y ten misericordia de mí,
Como acostumbras con los que aman tu nombre.

133 Ordena mis pasos con tu palabra,
Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.

134 Líbrame de la violencia de los hombres,
Y guardaré tus mandamientos.

135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo,
Y enséñame tus estatutos.

136 Ríos de agua descendieron de mis ojos,
Porque no guardaban tu ley.

Comparte con tus amigos