ALEGRIA

Esta es la época del año cuando más se habla de alegría. En muchos casos es puro hablar. La alegría que se experimenta es puro engaño, y, lo que es peor, el que la experimenta lo sabe.
La alegría es el sentimiento de placer y satisfacción; es el ánimo de la esperanza del bien. Gran parte de la alegría de la Navidad, sobre todo para los niños, es la grata esperanza de lo que va a pasar. La alegría es la anticipación del placer y satisfacción, especialmente cuando existe la seguridad de su realización.
La alegría es un estado interior, es una experiencia dentro de uno. Pero esta experiencia se externaliza; se hace patente. Se expresa en actividades, en canciones, en risas y en muestras de amistad. Las expresiones de alegría la hacen contagiosa. Pasa de persona a persona fácilmente. Con el solo ver las muestras de alegría en otro nos sentimos alegres. Este es el encanto de la Navidad para los adultos: nos sentimos alegres al ver la alegría de los niños.
La capacidad de autoengaño es enorme en el ser humano, en especial en cuanto a la alegría. Muchas veces pensamos, o por lo menos actuamos como si lo pensáramos, que al hacer las muestras o las señales de alegría. esto basta para experimentarla. Pero, luego viene la decepción y sabemos que lo que experimentamos no era una verdadera alegría.
Los adultos, los que sabemos de la verdadera satisfacción y el placer de la Navidad, los que por la Navidad tenemos una verdadera esperanza, los que sabemos que este grande acto de Dios nos da la seguridad del perdón del pecado y la vida en comunión con Dios, para siempre, nosotros tenemos que mostrar esta alegría para enseñarla a los niños, y hacerla visible al mundo. Debemos provocar en el mundo una sana envidia por la alegría que mostramos.

Gerald Nyenhuis H. | Originalmente publicado en| Boletín Buen Óleo el 16 de diciembre de 1990

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