¿Cómo puede Dios ser justo y bueno al mismo tiempo? – Romanos 2:1-4
Meditación bíblica sobre Romanos 2:1-4 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Hoy vamos a hablar sobre el equilibrio entre el juicio de Dios y su amor. ¿Cómo puede Dios ejercer juicio y ser benigno al mismo tiempo? ¿Cómo puede Dios equilibrar su justicia y su bondad?
Para ello, vamos a revisar el pasaje bíblico que se encuentra en Romanos 2: 1-4, que dice:
Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
La importancia del equilibrio entre justicia y bondad
Hay una pregunta que muchos se hacen, y es la siguiente:
¿Cómo puede Dios ser justo y bueno al mismo tiempo?
Para entender esto, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo, porque Él nos guía a descubrir la verdad.
En Juan 16:13, Jesús les decía a sus discípulos lo siguiente:
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
La verdad que consideraremos hoy es que hay un equilibrio perfecto entre juicio y amor de Dios.
A veces, las personas tienden a irse a los extremos, enfocándose solo en la justicia o solo en la bondad de Dios.
¿Qué nos enseña el apóstol Pablo?
El apóstol Pablo nos ofrece una perspectiva valiosa. Explica en este pasaje que solo Dios tiene las cualidades necesarias para juzgar con justicia y bondad. Nos advierte que no debemos juzgar a los demás, pues juzgar a otros puede llevarnos a caer en la hipocresía y condenarnos a nosotros mismos.
Esto sucede porque como seres humanos carecemos del conocimiento y de la imparcialidad que solo Dios posee.
El propósito de la bondad de Dios
A menudo no apreciamos la profundidad de la bondad de Dios. Según Pablo, esta bondad tiene como objetivo ayudarnos a cambiar nuestra manera de pensar y dirigir nuestras vidas hacia la voluntad de Dios.
La paciencia y amor de Dios están diseñados para llevarnos al arrepentimiento y hacernos mejores personas.
El juicio humano vs. el juicio divino
Cuando las personas juzgan a otros, se arriesgan a ignorar sus propios errores y pecados. Ningún ser humano es completamente objetivo o imparcial. Por eso, Pablo nos invita a dejar el juicio en manos de Dios.
Dios sabe equilibrar perfectamente la justicia y la misericordia.
La bondad como expresión del amor de Dios
Algo que todo ser humano busca es amor.
Y la bondad de Dios refleja precisamente en Su inmenso amor. Este amor se manifiesta en las bendiciones temporales y espirituales que tenemos en Cristo Jesús.
Especialmente cuando enfrentamos la culpa o el pecado, Dios nos muestra Su bondad con el propósito de transformarnos.
Cristo, el equilibrio perfecto
No debemos pensar que merecemos la bondad de Dios; es un regalo divino que nos lleva a Jesús, donde se encuentran todos los tesoros de sabiduría y conocimiento.
En Cristo Jesús, vemos cómo la bondad y la justicia de Dios se equilibran perfectamente. Él nos libera del juicio divino y nos ofrece el amor y la bondad que necesitamos para enfrentar los desafíos de la vida.
En el verso 4 de nuestro pasaje dice:
¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
La bondad de Dios está destinada a llevarnos a una reflexión profunda y un cambio genuino de corazón, es decir al arrepentimiento. A través de Cristo, podemos experimentar este equilibrio perfecto y encontrar la paz y la felicidad verdaderas.
Reflexión final
La humanidad nunca podrá comprender completamente la inmensidad de la bondad y la justicia de Dios. Por eso, nuestra tarea es confiar en Él, obedecerlo y buscar vivir conforme a Su voluntad, entendiendo que el equilibrio perfecto entre juicio y bondad reside en Dios.