Los CREYENTES son llamados CRISTIANOS – Hechos 11:19-26

Meditación bíblica sobre Hechos 11:19-26 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hoy seguiremos con el estudio del Libro de los Hechos y nos apoyaremos con la Biblia de Estudio: Vidas Transformadas y el libro de John Stodd.

La semana pasada hablamos del daño que hace el hecho de caer en favoritismo o discriminación, lo que en la Escritura conocemos como acepción de personas, algo en lo que lamentablemente hasta el día de hoy se sigue dando tanto en la sociedad como dentro de la Iglesia.

Hoy daremos lectura a Hechos 11:19-26. Dice así la Palabra de nuestro Dios:

Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino solo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.

Amén.

Cuando inició la persecución de los creyentes, razón que los llevó a ser esparcidos por todas partes, algunos terminaron en Antioquía. Vale la pena aclarar que se trata de Antioquía, capital de Siria, a unos 500 kilómetros de Jerusalén, al norte, y no Antioquía de Pisidia, pues en el mundo antiguo había varias ciudades llamadas Antioquía. La población de Antioquía estaba compuesta por griegos, una gran colonia de judíos orientales y romanos, una ciudad cosmopolita, aunque también perversa, quizá superada por Corinto. Adoraban a toda clase de dioses griegos que en algunos casos incluían prácticas inmorales. Algo importante que destacar es la manera en la que se da el crecimiento de aquellos que creían en el Evangelio del Señor Jesús, porque el mensaje del Evangelio no fue por medio de ningún apóstol enviado, fue por medio de creyentes de Cirene y Chipre. La noticia de este importante crecimiento llegó a la iglesia de Jerusalén y así enviaron a Bernabé, no un apóstol, varón bueno y lleno del Espíritu Santo (versículo 24).

La iglesia del Señor comenzó a crecer y se buscó a hombres de buen testimonio. Así la iglesia crecía, comenzó con los samaritanos, después gentiles, como Cornelio y toda su casa, y ahora griegos orientales y romanos. Bernabé pudo constatar las evidencias de la gracia de Dios y ver con sus propios ojos la vida transformada de los creyentes recién convertidos.

Nacía una nueva comunidad internacional de creyentes, a los cuales por primera vez se les llamó cristianos. Bernabé no sólo fue y constató, también fue tal su alegría que les hizo una exhortación para que permanecieran fieles al Señor. Bernabé hizo todavía algo más, fue a Tarso a buscar a Saulo, aquel que inició la persecución de los cristianos, ahora sería un instrumento útil en las manos del Señor.

Así que Bernabé, muy probablemente dada la conversión de Saulo y que él había sido llamado por el Señor para ser apóstol para los gentiles, le pareció bien invitar a Saulo a Antioquía. Así que fue, lo encontró y lo llevó a Antioquía y estuvieron enseñando durante un año. Estos nuevos creyentes de Antioquía, que se podían contar por miles, fueron enseñados seguramente en todo lo que se refería a la vida, muerte, resurrección y exaltación de Cristo, y el don del Espíritu Santo, y su segunda venida.

Estos nuevos creyentes eran discipulados con un mensaje cristo-céntrico, lo que probablemente derivó en ser llamados cristianos. Todo esto ha de resultar en que un buen discípulo ha de comportarse como un siervo fiel del Señor Jesucristo. Estos nuevos creyentes, por la fe, habían nacido de nuevo, confesaron su pecado, se arrepintieron y por la fe en Jesucristo recibieron la salvación por gracia.

Busquemos en cada área de nuestra vida nueva reflejar al Señor Jesús como un siervo fiel.

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