PEDRO Y EL CARCELERO – Hechos 16:16-34
Meditación bíblica sobre Hechos 16:16-34 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
La semana pasada hablamos de cómo Dios puede abrir el corazón y el entendimiento en el creyente, obrando en su conversión. Este fue el caso de Lidia, en Filipos, provincia de Macedonia.
Hoy seguiremos con este relato dando lectura a Hechos 16:16-34. Dice así la Palabra de Dios:
“Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, este se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”
Aquí podemos ver que Pablo junto con sus acompañantes nuevamente se dirigían al lugar de oración. Cuando salió a su encuentro una mujer esclava que tenía espíritu de adivinación, es decir, podía predecir el futuro, lo que daba muchas ganancias a sus amos. Así esta mujer después de muchos días terminó molestando a Pablo por los gritos que daba diciendo que ellos eran siervos del Dios Altísimo que anunciaban el camino de salvación. Y Pablo terminó con esta situación mandando que saliera de ella este espíritu de adivinación, lo que sin duda molestó a sus amos, pues vieron cómo su ganancia desaparecía. Ahora vale la pena aclarar la molestia de Pablo por la palabra que usa Lucas: “diapo neomai”, que quiere decir irritado y que también puede entenderse como un peso de indignación, algo que se ajusta adecuadamente a este relato, dada la condición de explotación de esta mujer.
Así Pablo terminó con esta situación. Y como ya dijimos, esto no les pareció a sus dueños, quienes los acusaban por enseñar costumbres judías que no les eran permitidas como romanos. Fue así como con engaños ante las autoridades encubrieron sus verdaderos motivos, por lo que Pablo y Silas fueron aprehendidos, mandados a azotar por orden de los magistrados y después encarcelados, diciendo al carcelero que los guardase con seguridad. Aquí el relato tiene un giro inesperado, pues Pablo y Silas, lejos de quejarse por haber sido azotados injustificadamente por sus enemigos, lo que hicieron fue orar y alabar a Dios. Salmo cuarenta y dos ocho dice, Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida. Para Pablo y Silas la queja de nada valía.
Lo que tiene verdadero valor y hace la diferencia es poner la confianza y esperanza en Dios. Así ellos clamaban y cantaban a Dios a medianoche, y de repente vino un terremoto que sacudió los cimientos y abrió todas las puertas y todas las cadenas se soltaron. Ahora la atención se centra en el carcelero, quien tenía el encargo de custodiarlos con toda seguridad. Así que después del terremoto y pensando que todos habían huido, quiso suicidarse antes de pasar la vergüenza de una ejecución por la fuga de los prisioneros. Entonces Pablo gritando le impidió que se hiciera daño, y todo lo improbable que podía suceder aquí sucedió, lo que sin duda nos demuestra la soberanía de Dios y cómo todo esto obró en la conversión del carcelero. Pues entrando y cayendo a los pies de Pablo y de Silas dijo, ¿qué he de hacer para ser salvo? A lo que Pablo respondió, cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa.
Y de inmediato vemos un cambio de actitud del carcelero, pues lava y cura sus heridas de los que ahora son sus hermanos en Cristo. Una señal de verdadero afecto y deseo de reparación del daño que uno pudiera haber causado. Estos relatos nos enseña cómo Dios puede obrar de formas muy distintas, ya sea a través de los retos o de las dificultades, y cómo por su gracia llegamos a él de formas distintas, otorgándonos la salvación en Cristo.
