Jesús, el Unigénito Hijo de Dios

La encarnación es parte fundamental del Evangelio. Es aquel hecho de Dios Hijo  siendo en sí mismo Dios y de la misma sustancia del Padre tomó la naturaleza humana con el propósito de la redención y restauración del hombre. De la encarnación se puede decir que Jesús era y es verdaderamente Dios, posee la naturaleza divina y todos  los atributos de la Deidad (Fil 2:6, Col. 1:19) y al mismo tiempo Jesucristo fue hecho hombre con cuerpo humano natural, manifestando los atributos comunes de la humanidad (1ª Tim 2:5, Hecho 3:22, Gal 4:4). Las escrituras definen a Jesús como el unigénito Hijo de Dios: “Porque de tal manera amó al mundo, que ha dado a su hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)

La frase “el Unigénito Hijo engendrado del Padre” revela dos verdades complementarias acerca de Cristo Jesús) Su naturaleza inherente y 2) su posición dentro de la divinidad.

Respecto de su NATURALEZA, la frase indica la total Divinidad de Cristo. Por medio del acto del engendramiento, el Hijo consiste de la misma Naturaleza, sustancia o “materia” del Padre.

Respecto de su POSICIÓN, la frase el Unigénito HIJO engendrado del Padre” también indica la relación del Hijo con el Padre. El término “engendrado”, por definición, coloca al Hijo bajo la autoridad del Padre.

Aunque el Padre y el Hijo difieren en FUNCION y POSICIÓN, la igualdad en Naturaleza del Padre y el Hijo preserva la unidad de la Divinidad.

El apóstol Pablo declara “Mas venido el cumplimiento del tiempo. Dios envió su hijo, hecho de mujer, hecho súbdito a la ley” (Gálatas 4:4). Es decir, que el Padre envió a su Hijo como el mismo Jesús declaró “Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amarías porque yo de Dios  he salido y he venido; pues no he venido de mí mismo, mas él me envió” (Juan 8:42) “Y nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo” (Juan 3:31,13).

Así Jesús, el hijo de Dios, al ser enviado a la tierra, nacería de mujer, cumpliendo la profecía de Isaías profeta: “Por tanto el mismo Señor os hará señal: He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 7:14). Correspondiéndole a María el privilegio de ser la madre del Hijo de Dios”.

“Entonces el ángel le dijo: María no temas; porque has hallado gracia cerca de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y parirás un hijo y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande y será llamado Hijo del “Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su padre” (Lucas 1:30-32).

Así María concibió en su seno al Hijo de Dios y esto bajo la mediación o intervención del Espíritu Santo. “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Porque no conozco varón y respondiendo el ángel dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Lucas 1:34-35).

Boletín Buen Óleo, Iglesia Nacional Presbiteriana Berith – 18 de octubre de 2009.

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