
Sociedad Femenil Lidia – 6 de octubre, 2021

Audio de la Reflexión por Pbro. Pedro Arcos Sánchez
La santificación
Introducción
Robert Charles Sproul (1939-2017), fue un teólogo reformado estadounidense y pastor ordenado en la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos. Fue un fervoroso defensor del calvinismo en sus muchas publicaciones impresas, en audio y en video y también es conocido por su defensa al evidencialismo en la apología cristiana, menos común entre los apologistas reformados, y su rechazo del presuposicionalismo en favor de la Apologética Clásica.
El libro “La santidad de Dios”, es considerado como una de sus mejores obras.
Para poder entrar en el tema vamos a definir primero ¿Qué es la santificación?
La santificación es aquella obra de la libre gracia de Dios, por lo cual somos completamente restablecidos a la imagen de Dios, y puestos en capacidad de morir más y más al pecado y de vivir píamente.
Aquel que piensa que nuestro Señor Jesucristo solo vivió, murió y resucitó para que nosotros obtuviéramos solamente la justificación y el perdón de pecados, está muy equivocado. El Señor Jesús ha tomado sobre sí todas las necesidades de su pueblo; no solo nos ha librado con su muerte de la culpa por nuestros pecados, sino también puso sobre nosotros de su Espíritu Santo, y nos ha librado del dominio del pecado. No solo nos salva, también nos santifica, no solo es la justificación también es la santificación, “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17: 19).
¿Qué es lo que quiere decir la Biblia cuando habla de una persona santificada?
Para contestar esta pregunta diremos que la santificación es la obra interna que hace el Señor Jesús a través del Espiritú Santo en los que verdaderamente creen y tienen fe en Él, “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa”(Hechos 16: 31).
“Dios no nos deja pecar más de lo que nosotros quisieramos”, como decía nuestro pastor Gerald, cuando somos verdaderamente llamados; el Espiritú Santo obra en nosotros como un freno para evitar que caigamos en el pecado más de lo que nosotros quisieramos, pero nuestro Dios nos pone un obstacúlo para que no se cumplan nuestros planes, que van contra la ley de Dios. Para presentarnos santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él.
La santificación, es el resultado de la justificacion y la salvación que Dios nos da a través de su hijo Jesucristo.
El que es nacido de nuevo ha sido hecho una nueva criatura.
Somos llamados a una vida en santificación y esto es una obligación y un deber de cada cristiano, Colosenses 3:1 dice: que debido a que hemos resucitado con Cristo, entonces tenemos que buscar las cosas de arriba, tenemos que vivir la vida siempre pensando en obedecer a Dios sus mandamientos y su Palabra, el que ha nacido de nuevo es una nueva criatura, ha recibido una nueva naturaleza y un nuevo principio de vida, la persona que pretende haber sido regenerada pero vive una vida mundana y de pecado a sí mismo se engaña, “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” 1 Juan 3:9. En otras palabras si no hay santificación no hay salvación, si no se vive una vida santa, no hay un nuevo nacimiento, porque dice la escritura el que es nacido de nuevo, no practica el pecado.
La santificación es la evidencia de que el Espiritú Santo mora en nosotros, por sus frutos los conoceréis, en la santificación experimentamos la libertad que tenemos en Cristo, cada día tendremos avances, algunos pecados que practicabamos antes y nos tenían atrapados, ya no tendrán más poder sobre nosotros y seremos libres de ellos, libres en Cristo.
El Espiritú nunca está dormido o inactivo en el alma, siempre da a conocer su presencia por los frutos que produce en el corazón, carácter y vida del creyente.
Vivimos en esta vida en comunidad, la comunidad misma es uno de los principales recursos para la santificación de acuerdo con la verdad de que somos un cuerpo en Cristo. Tenemos que animarnos los unos los otros, corrigiéndonos mutuamente, compartiendo nuestros gozos y tristezas, uniéndonos en los cultos y servicio. La santificación implica la unión con Cristo, es decir, con su cuerpo. La santificación no es un proceso que realizamos solos, como individuos, cada uno por su parte, aislado, sino como miembros del cuerpo y como ciudadanos del reino de Cristo.
La santificación es una operación eficaz del Espíritu de Dios en el creyente, purificándolo por medio de la palabra y transformándolo de acuerdo con la imagen de Dios y creando en él un deseo de cumplir con la voluntad de Dios.
Avanzando hacia la meta
Saber hacia donde se dirige uno es crucial, pero también lo es ser consciente de como llegar allí. Cuando aceptamos la enseñanza bíblica de que Dios nos creó para que pudiéramos alabarle mediante una vida santa, resulta tentador buscar soluciones rápidas.
Es muy común escuchar a cristianos decir: “Ven a Jesús y todos tus problemas se acabarán” ¿En serio? Mi vida se volvió realmente complicada hasta que me hice cristiano.
ÉL está obrando en nosotros y con nosotros, pero al mismo tiempo nos advierte de que nos esforcemos en nuestra salvación, la salvación es un trabajo duro. Podría ser una labor de amor, pero bajo la inspiración del Espíritu Santo, el apóstol Pablo nos exhorta “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”
La santificación no es un esfuerzo casual. Pablo nos señala que nos esforcemos, no nos esta hablando de un temor que nos acobarde, sino de una labor de cuidado y preocupación, de diligencia, que debemos tomarnos muy en serio, hasta el punto de temer y temblar.
Temblamos delante de Dios, y lo hacemos con esperanza, sabiendo que Él está obrando en nosotros. Actuamos porque Él obra en nosotros para que actuemos.
El apóstol Pablo el mayor santo de la iglesia primitiva, declara a su congregación “Todavía no he alcanzado la meta. No lo he logrado. No soy perfecto aún”. El autor del libro nos dice que ahí estaba el con su impaciencia, pero el apóstol Pablo nos dice que el se esfuerza dice olvidando ciertamente lo que queda atrás y prosiguiendo a lo que está delante, a la meta, al premio. No acabamos esta carreara con rapidez. Y esto resulta desalentador, pero hay un premio que nos espera, Pablo no tenía tiempo que perder pensando en sus fracasos. Su preocupación estaba en el paso siguiente. Su visión estaba fijada en el cielo.
Hemos de mantener nuestra visión precisamente en esto: en la línea de la meta, en el punto final, que es donde se fijan con exactitud los ojos de Pablo. La recompensa por todo el dolor que hay en nuestras almas y por perseverar con paciencia es Cristo mismo. Él es la razón por la que nos esforzamos y avanzamos hacia el objetivo.
Nuestro único objetivo, nuestra meta es la de llegar a ese lugar que Jesús fue a preparar para nosotros, donde no hay más llanto ni tristeza, ni dolor, a ese lugar en la presencia de nuestro Dios.
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