La satisfacción es un regalo de Dios – Eclesiastés 5:10-20
Mi nombre es Elías Mercado González, soy miembro de la Sociedad de Jóvenes “Shalom” de la Iglesia Nacional Presbiteriana Berith y la meditación de esta mañana está basada en Eclesiastés 5: 10-20. El título de esta reflexión se basa en realmente entender que la satisfacción es un regalo de Dios. Daremos lectura a los versículos.
10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. 11 Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.
13 Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; 14 las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. 15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 16 Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? 17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.
18 He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. 19 Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. 20 Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.
Este tema se puede dividir principalmente en dos partes. La primera parte nos explica porque la riqueza no puede hacernos felices. Se nos explica en los primeros versículos. El primero dice:
10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
Eso quiere decir que al final cuanto más ganemos, más deseamos. Si realmente nuestra felicidad y satisfacción la basamos en las riquezas materiales, al final nunca vamos a estar contentos y siempre vamos a querer más.
El siguiente versículo dice:
11 Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
Al final, mientras más riquezas tenemos, más gastamos. El hecho de tener más ingresos materiales, más dinero o más propiedades, también implica el tener más trabajo que le dedique a ellos, como trabajo para conseguir ese dinero, trabajo para mantener las propiedades, etcétera. Al final, gastamos más en cuestiones materiales como también gastamos nuestra productividad y energía.
La palabra también dice:
12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.
Aquí, en general, se puede decir que las riquezas pueden producir “noches de insomnio” porque al final toda esta carga que conlleva el resultado de tener estas riquezas, pueden traer consigo mucha carga de trabajo, carga de preocupaciones y responsabilidades que al final lo único que hacen es afectar nuestra vida diaria y nuestro verdadero propósito en este mundo.
También en el versículo 13 y 14 que dice:
13 Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; 14 las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano.
Al final las riquezas no son garantía de seguridad. Las riquezas materiales solo nos dan una ilusión de lo que realmente tenemos en este mundo. Debemos estar siempre confiados en Dios sin importar las riquezas materiales que Él nos ha dado.
Después vienen unos tres versículos que nos hablan acerca que lo que realmente hay que hacer es confiar en Dios y no en las riquezas. Los versículos del 15 al 17 dicen:
15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 16 Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? 17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.
Al final, cuando termine mi vida en este plano terrenal, ¿Qué llevaré conmigo? Al final no llevaré nada. Todo es un suspiro. En ese sentido, nosotros, como hijos de Dios, debemos confiar plenamente en Él y no en las riquezas materiales que obtenemos a lo largo de periodo terrenal en el que estamos viviendo.
Los últimos tres versículos que hablan acerca del tema principal de esta reflexión nos dicen que hay que entender que la satisfacción es un regalo de Dios. Los tres versículos dicen:
18 He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. 19 Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. 20 Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.
Al final, en este punto Dios nos empieza a dar indicaciones para conseguir la satisfacción. Es importante entender que todo lo que tenemos hoy en día es regalo de Dios, y que, gracias a eso, nosotros podemos desarrollarnos plenamente en este mundo. En ese sentido, nosotros tenemos que estar agradecidos y disfrutar la vida que Dios nos ha dado.
Finalmente, el gozo es un regalo de Dios. Se dice que la persona que ama a Dios y pone en primer lugar los valores de su Reino, no se desalentará cuando descubra que la riqueza no le da la felicidad, eso ya lo sabe. Ya encontró la felicidad y Dios lo mantendrá ocupado con los verdaderos deseos de su corazón. Sin embargo, en todo esto hay una sorpresa: el deseo de su corazón realmente debe ser y es conocer, amar y servir a Dios; y no es perseguir todo aquello que es un sustituto, que, en este caso, lo podemos traducir como las riquezas materiales.
Quien ama a Dios con “alegría de corazón”, disfruta la vida como Dios se la da y está agradecido por cada momento de ella. Es decir, hay que entender que esta vida es un regalo de Dios, y que esta vida es realmente buena y que no hay ningún esfuerzo mío que la haga así, sino que todo es un resultado de la bondad y misericordia de Dios.