EL EVANGELIO PARA LOS EVANGÉLICOS

Cuando hablamos del evangelio, regularmente pensamos en los no creyentes. Creemos que los únicos que necesitan escuchar las buenas nuevas de la salvación por gracia son los incrédulos. Sin embargo, esto no es verdad. Hay un evangelio que los creyentes deben escuchar. Nuestra salvación empieza por gracia y continúa por la gracia.
Cuántos nos hemos equivocado al pensar que a partir de nuestra salvación todo lo demás depende de nuestro esfuerzo. El crecimiento espiritual depende de cuánto leamos la Biblia, de cuánto tiempo pasemos en oración, de que asistamos regularmente a la iglesia, de que ofrendemos fielmente, etc. Todo depende de cuánto nosotros hagamos. Esto es una gran mentira. Si creemos que esto es cierto vamos a terminar en uno de dos caminos. Al primero de ellos yo lo llamo «desesperanza espiritual». Esto significa que después de tratar de vivir una vida cristiana santa y no cumplir con las expectativas que creemos que debemos de cumplir, nos desanimamos y creemos que no es posible vivir la vida cristiana. Así que nos conformamos con hacer «lo mejor que pueda». Y siempre tenemos en nuestra conciencia una idea de que Dios debe estar disgustado porque no hemos cumplido. Por otro lado, el otro camino erróneo es cuando creemos que hemos cumplido con todas las expectativas de la vida cristiana. Nos esforzamos tanto que caemos en el error del fariseo: «Señor te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos… ayuno dos veces a la semana, doy diezmos…» (Lucas 18:9-14). En otras palabras, caemos en un orgullo espiritual que nos hace menospreciar a los que no están a nuestra altura espiritual.
Las buenas noticias para los creyentes es que la salvación no tan solo empieza con la gracia de Dios, sino que la santificación depende y es obra de la gracia de Dios también. Dios no nos salva y nos deja para que nosotros continuemos en base a nuestro esfuerzo. Dios nos eligió por su gracia, nos salvó por gracia, nos justifica por gracia, nos adopta por gracia, nos santifica por gracia y nos glorificará por su gracia.
Al pensar en que la obra de santificación depende de la gracia de Dios y no de nuestros esfuerzos, podemos descansar en esa gloriosa verdad. Todo logro que tengamos en la vida cristiana es por la gracia de Dios y cuando nos damos cuenta de eso glorificamos a Dios. Por otro lado, si en nuestro andar cristiano caemos, la gracia de Dios es la que nos levanta y nos capacita para seguir adelante. La gracia de Dios nos guarda de caer en la depresión y el orgullo espiritual.
Estas son las «buenas noticias» para los evangélicos, la maravillosa gracia de Dios en nuestra vida diaria, en nuestra santificación.

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, Boletín Buen Óleo, publicado originalmente el domingo 10 de Agosto de 2008.

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