LLAMAMIENTO

Todos sabemos que, si somos salvos, somos llamados a serlo. Pero nunca somos llamados simplemente para ser salvos, más bien el ser llamado a la salvación es un paso hacia nuestro verdadero llamamiento. Somos llamados a ser santos y a servir al Redentor en todos los aspectos de nuestra vida. En todo tenemos que «andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados» (Ef. 4:1).
Lo que acabamos de decir atañe a cada uno de nosotros individualmente, pero no solamente individualmente, sino también como iglesia. La Iglesia «Berith» es llamada a ser salva, a servir y a andar como es digno de la vocación con que fue llamada. La iglesia Berith, entonces, al igual que cada uno de sus miembros, tiene llamamiento, y el propósito de su existencia es cumplir con él.
En nuestro aniversario (que quiere decir que, colocados en un lugar específico en la creación de Dios, y por la providencia de Dios, hemos dado otra vuelta completa alrededor del sol, también creado por Dios) nos es propicio pensar en nuestro llamamiento, aclararlo para nosotros mismos, y orientamos para su cumplimiento.
El llamamiento de la iglesia es el de proclamar las glorias de nuestro Dios y hacer conocido su nombre y mostrar al mundo su amor. Nuestra vocación primera, entonces, es la de prepararnos continuamente para cumplir con este llamamiento. No somos llamados solamente para sentarnos y disfrutar nuestra salvación. No cabe duda el ser salvo es un gran placer, pero las iglesias, como sus miembros, son salvas para servir, y deben dedicarse a capacitarse para este servicio. El servicio es el propósito de ser salvos, pero no podemos esperar el servicio antes de ser salvos. El médico, o dentista, o abogado, o ingeniero, etc., como también la secretaria, el mecánico, el plomero o el carpintero, que es llamado a servir, no puede hacerlo antes de cumplir con sus arduos años de capacitación. No confío mi cuerpo al médico antes de que reciba su preparación, ni mi coche al mecánico no capacitado. La iglesia, para la iglesia para cumplir con su llamamiento, tiene que estar constantemente en capacitación.
Buscamos una iglesia capacitada para servir. Para hacerlo, una iglesia tiene que ser fuerte en recursos y en su vida espiritual, en conocimiento de la Palabra de Dios y en su comprensión del mundo perdido. Para ser fuerte en recursos humanos tenemos que crecer en número y seguir creciendo. En función de ello tenemos que dar testimonio personal dondequiera que estemos, y desarrollar más los programas de evangelización de la iglesia. La eficacia de estas actividades dependerá del desarrollo de nuestra vida espiritual, pues ésta es la precondición indispensable. Por eso, gran parte de nuestros esfuerzos evangelísticos tienen que dirigirse a promover las bases espirituales de la iglesia. Capacitar a la iglesia para el servicio es nuestro deber número uno.
Para resumir: en este aniversario tenemos que reafirmar nuestra visión de ser una iglesia que puede ser útil para el mundo. Implícito en esto está el deber de cada uno de nosotros de aumentar nuestros recursos, y recordar que nosotros mismos somos la parte principal de estos recursos.

Gerald Nyenhuis H. | Originalmente publicado el 25 de octubre de 1998 en| Boletín Buen Óleo

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