Saulo, la persecución y la semilla esparcida – Hechos 8:1-3
Meditación bíblica sobre Hechos 8:1-3 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Hoy hablaremos brevemente acerca de Saulo, quien en un principio persiguió a la Iglesia y contrario a todo pronóstico, a alguien que Dios usaría grandemente más adelante. Ahora daremos lectura a Hechos 8: 1-3. Dice así:
“Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a Esteban e hicieron gran llanto sobre él, y Saulo asolaba la iglesia, y entrando, casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.”
El libro de los Hechos y las epístolas de Pablo dan suficiente información de la vida temprana de Saulo. Nació en Tarso de Cilicia (Hechos 22:3), era judío (2 Corintios 11:22; Filipenses 3:5) hijo de fariseo, ciudadano rumano, y que se había educado en Jerusalén con Gamaliel (Hechos 22:3), y se convirtió en un fariseo consagrado, (Hechos 26:4-5; Filipenses 3:5) Medido por la ley, la vida de Saulo era impecable (Filipenses 3, 6), era uno de los fariseos jóvenes más prometedores de Jerusalén, con posibilidades de convertirse en un gran líder de la fe judía (Gálatas 1:14). Era un hombre con gran autoridad, cuya devoción a Moisés controlaba su vida completamente, y casi la destruyó. Actuó con ignorancia e incredulidad (1 Timoteo 1:13), y Dios le mostró misericordia y lo salvó. Saulo de Tarso era la persona menos probable en Jerusalén para ser escogida como el gran apóstol a los gentiles.
La persecución hizo a la iglesia lo que el viento hace con las semillas, las esparce, produciendo una mayor cosecha. Así la palabra fue esparcida a más regiones. Esta palabra, que es “diaspeiro”, significa esparcir semilla. De este modo, los creyentes de Jerusalén eran la semilla de Dios, y Dios usó la persecución para esparcir su semilla, plantándolos en nuevos terrenos y que pudieran llevar mucho fruto.
Y el hecho de que Saulo de Tarso persiguiera a los creyentes más allá de Jerusalén, es decir, en las ciudades extranjeras, esto nos revela que el testimonio de estos fieles creyentes comenzaba a dar fruto más allá de Jerusalén. Una tarea que cada creyente está llamado a realizar.
Mateo 28, 19, dice: “Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”