La paz que permanece – Juan 14:27

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Meditación bíblica sobre Juan 14:27 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Promesas que sostienen el alma

Dios nos ha otorgado promesas preciosas y magníficas, y una de las más profundas es la paz, su propia paz. Pero si somos honestos, esa paz verdadera, la que viene de Dios, no siempre es fácil de encontrar en los días que vivimos.

Cuando la vida se vuelve difícil

Hay momentos en que la vida se vuelve compleja y difícil: surgen circunstancias inesperadas, enfrentamos desafíos continuos y sentimos presiones desde todas las áreas, como la salud, la economía o las relaciones personales. Algunas pruebas son pasajeras, otras se prolongan más de lo que quisiéramos. En medio de estas situaciones, es natural que surja en nuestro corazón una pregunta honesta: “¿Dónde está Dios? Anhelo su paz, pero no la encuentro”. A veces experimentamos la sensación de que nuestro Padre ha dejado de caminar junto a nosotros.

La experiencia de los discípulos

Los discípulos de Jesús también vivieron momentos similares. Se sentían inquietos, confundidos y angustiados, sin comprender del todo lo que Jesús les decía sobre su partida. Aunque les prometió la llegada del Espíritu Santo, sus corazones estaban desanimados y les faltaba valor para enfrentar lo que se avecinaba. Jesús, consciente de su fragilidad, se dirigió a ellos con ternura y les ofreció su paz. Así como les habló en ese entonces, hoy también nos habla a nosotros. Él dijo:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27)

¿Qué significa realmente “shalom”?

El evangelio de Juan usa la palabra griega eirēnē, pero es muy probable que Jesús haya pronunciado el término hebreo shalom. Y shalom significa mucho más que la simple ausencia de conflicto: implica plenitud, integridad y contentamiento. Es un saludo, una bendición, un deseo profundo de armonía en todos los aspectos de la vida, ya sea física, emocional o espiritual. En el contexto de Jesús, shalom es un atributo divino, el estado supremo de justicia, gozo y florecimiento.

Quiero compartir contigo dos reflexiones sobre este pasaje que pueden animarte en tu caminar con Cristo, especialmente si estás enfrentando miedo o angustia.

Él conoce tu corazón

En primer lugar, observa lo que precede a esta promesa. Jesús conoce nuestro estado emocional. Sabe cuándo nos falta valor, cuándo tememos el futuro, cuándo nos sentimos sobrepasados No solo lo sabe, sino que también lo comprende Él reconoce la confianza que depositas en Él, y quiere que tengas la certeza absoluta de que es más que capaz de sostenerte. Su gracia es sobreabundante, y su paz está disponible para ti.

Cuando Jesús dice: “Mi paz les doy”, se refiere a algo que le pertenece. No es una paz prestada ni pasajera. No es como la que el mundo ofrece, que depende de las circunstancias y se desvanece con facilidad. Es su paz. La misma paz que habita en Él y brota de su comunión perfecta con el Padre. Es el shalom de Dios: esa sensación de bienestar espiritual que, incluso en medio de las pruebas, llena el corazón con la certeza de que Dios tiene el control y su mirada está sobre nosotros.

Como enseña el apóstol Pablo en Filipenses 4:6-7, la paz de Dios sobrepasa todo entendimiento. Protege nuestros corazones y nuestras mentes. Es una paz que no se puede explicar, pero se experimenta. Es permanente, verdadera, y proviene de un Padre que nunca ha dejado de caminar a nuestro lado.

Avanzar desde la paz

En segundo lugar, desde ese estado de paz, podemos avanzar con confianza. No estamos llamados a vivir paralizados por el miedo. Como dice Pablo en Romanos 8:31: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”. Jesús nos advirtió que en este mundo tendríamos aflicción, pero también nos dio una promesa: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33)

Él camina contigo. Su paz no depende de lo que enfrentas, sino de quién te acompaña. Por eso, podemos dejar atrás la incredulidad, la angustia y la falta de valentía, y encontrar en Él todo lo que necesitamos.

Que Dios te bendiga mientras meditas en este pasaje. Que su paz, esa que nunca se agota ni se desvanece, te llene hoy, sin importar lo que estés viviendo. Jesús desea darte su shalom. Recíbelo.

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