
Sociedad Femenil Lidia – 15 abril, 2020
Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 15 abril de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: este mes nuestra expositora es la hermana Margarita Angulo, así que incluimos una pequeña reflexión en audio acerca del texto de la lección de hoy y que ella estudió y comparte con nosotros. Les invitamos a escucharla.
LA PERSECUCIÓN DEBE PRODUCIR GOZO ESPIRITUAL
1. Puesto que la escritura nos conforta una y otra vez en las pruebas y penurias que experimentamos en defensa de una causa justa, podemos, por tanto, ser acusados de ingratos si no recibimos estas pruebas de la mano de Dios con resignación y gozo espiritual, especialmente desde que este tipo de aflicción, o cruz, es más propia de los creyentes. De acuerdo con lo que dice Pedro, El Señor Jesucristo será glorificado por medio de nuestro sufrimiento. Como para algunas mentes independientes un tratamiento desdeñoso es más tolerable que cien muertes. Pablo nos advierte que no nos espera solamente la persecución, sino también el reproche, porque, “Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente”. En otro pasaje el Apóstol nos hace recordar que sigamos un ejemplo y vayamos “A través de la gloria y de deshonor, de calumnia y de buena fama.
2. Por otra parte, no se nos pide que estemos alegres mientras nos sacudimos el sentimiento de pena y amargura. Los santos no podrían experimentar ninguna paciencia en llevar a la cruz, a menos que no fuesen perturbados por la pena y afligidos por el sufrimiento. Por ejemplo, sino hay apuros en a la parte económica, o agonía en la enfermedad, o dolor por ultrajes verbales, u horror en la muerte. ¿Qué valor tendría el hecho de mirar estas aflicciones con indiferencia? Sin embargo, puesto que cada una de ellas, por medio de su propia amargura, humilla nuestro corazón como algo muy normal, los cristianos fieles mostraran su verdadera fortaleza resistiendo y sobre poniéndose a su pena, sin importarles cuanto deban esforzarse para conseguirlo. Estos hijos de Dios serán pacientes cuando sean provocados con furia, y por el temor de Dios se abstendrán de responder con arrebatos de el. Manifestaran su gozo y guía cuando, al ser heridos y entristecidos por la pena, descansen en la consolación espiritual de Dios. Ver. (1ª Ped. 4: 14; 1ª Tim. 4: 10; 1ª Cor. 6: 8-9)
NUESTRA CRUZ NO DEBE HACERNOS INDIFERENTES.
1. Pablo ha descrito ampliamente esta lucha espiritual de los creyentes contra sus emociones naturales del pensar, mientras tratan de conducirse con paciencia y moderación: “Que estamos atribulados en todo, más no estrechados, en apuros más no desesperados, perseguidos, más no desamparados; derribados, pero no destruidos”, (2ª Cor. 4: 8-9). Es evidente que el hecho de llevar la cruz pacientemente no significa que nos endurezcamos a nosotros mismos, que no sintamos ninguna pena. De acuerdo con los filósofos estoicos, un hombre noble es alguien que ha dejado de lado su humildad, y que no permite que le afecte ningún tipo de adversidad ni prosperidad, ni siquiera el gozo o la pena, sino que actúa tan fríamente como una roca. ¿Qué provecho hay en esta orgullosa sabiduría? Estos filósofos han representado una imagen de la paciencia que nunca ha sido encontrada entre los hombres y que, por otra parte, no puede existir, y en su deseo de encontrar esa clase de paciencia tan singular, la han quitado de la vida humana.
2. Actualmente hay entre los cristianos modernos algunos estoicos que piensan que está mal llorar y gemir, y aun lamentarse en su soledad. Estas opiniones vienen generalmente de hombres que son más soñadores que prácticos, y quienes, en secuencia, no pueden producir nada sino fantasías.
3. Nosotros no compartimos las opiniones de una filosofía tan rígida y dura, a la cual nuestro Señor y Maestro Jesús ha condenado en palabra y ejemplo. Nuestro Salvador ha gemido y llorado por sus propios martirios, y por los de lo demás seguidores, y enseño a sus discípulos a comportarse ante las mismas de forma diferente. El Señor dijo: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros llorareis y os lamentareis, y el mundo se alegrará: vosotros os entristeceréis. Y para que ningún hombre llame a la tristeza un vicio. Él ha pronunciado una bendición sobre aquellos que gimen.
4. Y no es para maravillarse, pues si Él condena todas las lágrimas, ¿Qué podríamos pensar entonces de aquel cuyo cuerpo brotaron lágrimas de sangre? Si cada temor fuera rotulado como incredulidad; ¿Qué que nombre le daríamos a la ansiedad de la cual leemos en la Escritura que sumió a nuestro Señor en una profunda tristeza? Si toda pena es desagradable, ¿Cómo podríamos estar complacidos con la confesión de que su alma estaba triste?, “Hasta la muerte”. Ver. (Jn. 16: 20; Mat. 5: 5; Luc. 22: 44)
