¿Cómo vivificar mi alma? – Salmo 119:153-160
Meditación sobre Salmo 119:153-160 por el A. I. José Antonio Velázquez Ch.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Resh
153 Mira mi aflicción, y líbrame,
Porque de tu ley no me he olvidado.
154 Defiende mi causa, y redímeme;
Vivifícame con tu palabra.
155 Lejos está de los impíos la salvación,
Porque no buscan tus estatutos.
156 Muchas son tus misericordias, oh Jehová;
Vivifícame conforme a tus juicios.
157 Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,
Mas de tus testimonios no me he apartado.
158 Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,
Porque no guardaban tus palabras.
159 Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame conforme a tu misericordia.
160 La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia.
La parte del Salmo 119 que nos toca meditar hoy es del versículo 153 al 160.
El versículo 153 inicia así:
Mira mi aflicción, y líbrame,
Cuando el salmista le pide a Dios que mire su aflicción, quiere decir que el creyente no está exento del sufrimiento en esta vida y pide a su Señor que le libere.
Hay quienes predican que el creyente está exento de aflicción, y vemos que no es así. La Biblia no nos enseña esto.
La santidad que nos ha dado Dios ni es un repelente al sufrimiento, ni mucho menos un amuleto de la buena suerte. Nos ha apartado del mundo, pero seguimos en el mundo.
El salmista pide a Dios que mire su aflicción, más no reprocha; pide compasión y liberación de su sufrir.
Porque de tu ley no me he olvidado.
Para el que no es creyente, la aflicción lo aleja más de Dios, reniega de Él y de sus promesas, no quiere saber nada de Dios. A diferencia, el salmista se refugia en la Palabra de Dios, ya que es lo que verdaderamente alimenta su alma y le da fortaleza.
Defiende mi causa, y redímeme;
El salmista reconoce el poder absoluto de Dios y su justicia, es esto por lo que no busca fuerza y sabiduría dentro de sí mismo, sino que la busca en el Dios todopoderoso, sabio y justo. Defiende mi causa: pide a Dios que sea su abogado, que lo represente, que lo defienda de sus pecados y lo redima, ya que es culpable. No le queda más que pagar por su pecado, pero no tiene con qué. Es un ser miserable, y lo único que posee en su pecado mismo.
Vivifícame con tu palabra.
El salmista pide una nueva vida, y sabe que sólo la Palabra de Dios es la fuente de vida y es lo único que alimenta el alma.
Sólo podemos ser verificados por los estatutos de Dios. Un avivamiento genuino promoverá y honrará la Palabra de Dios, porque de sus estatutos saldrá.
Lejos está de los impíos la salvación.
Tanto el impío como el creyente son pecadores, la diferencia está en que el impío no tiene sembrado en su corazón el buscar a Dios, ni conocer sus estatutos; su perseverancia está en la maldad, no tiene quien considere su aflicción ni quien pague por sus faltas, no tiene quien lo reciba. Lejos está de los impíos la salvación.
Muchas son tus misericordias, oh Jehová;
Aun cuando los impíos están lejos de la salvación, Dios está cerca de todos. Él está siempre a la mano del que le invoca, porque grande es su misericordia.
Vivifícame conforme a tus juicios.
La Palabra de Dios es la fuente y la única forma de ser vivificado.
Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,
El salmista vivió, al igual que nosotros, en un mundo real; lleno de perseguidores y enemigos. La persecución, para el falso creyente, es una ocasión de apostasía. Esto nos lo dice Mateo 12:20-21.
Y en 1 Pedro 1:6-7, nos dice que para el fiel servidor de Cristo es la prueba de su fe.
Mas de tus testimonios no me he apartado.
El salmista no se ha apartado de la Palabra de Dios, no se desespera, ni duda de su amor. A pesar del sufrimiento sigue fiel a las promesas de Dios, porque sólo la palabra lo vivifica.
Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,
Porque no guardaban tus palabras.
El salmista manifiesta una sensibilidad hacia el pecado, porque puede compararlo, porque ha experimentado el avivamiento que la Palabra de Dios ha traído a su vida, es por eso que ora constantemente por seguir siendo vivificado.
Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame conforme a tu misericordia.
El salmista, a pesar de que ama los mandamientos de Dios, sabe que solo puede por su misericordia ser verificado. El ser vivificado jamás puede ser merecido o ganado.
La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia.
Toda la Palabra de Dios es verdad y verdad para siempre. Y no hay mayor justicia que la de Dios, y sólo podemos ser vivificados por la Palabra de Dios.
Amemos sus estatutos y oremos por ser vivificados por su misericordia.