Heme aquí, envíame a mí

Texto: Isaías 6:1-13

Exégesis:
El contexto

Los capítulos 1-5 el profeta Isaías usa palabras muy fuertes para describir la maldad de Judá. El profeta Isaías en el capítulo 1:2 describe al pueblo de Judá como si fuera un niño rebelde. En el capítulo 1:4 dice: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron á ira al Santo de Israel, se volvieron atrás”. Dice que la ciudad que una vez fue fiel pero que ahora se ha convertido en ramera (1:21). También habla de un viñador (que es Dios) que plantó una viña (la viña representa a Judá), esperando que diera uvas, pero dio “uvas silvestres” (5:1-2). Cuando leemos los capítulos 1-5 notamos el pecado de Judá o del juicio de Dios. El mensaje de Isaías en estos capítulos es crítico y de condenación.

Algunos han pensado que el primer versículo del capítulo 6 que debería estar en el capítulo 1.  

Algunos han comentado que los capítulos 1-5 podría ser la introducción – que está preparando el escenario – y que el capítulo 6 es donde empieza a relatarse la “acción” de este libro.

Isaías 6:1-4 Vi Al señor sentado sobre un trono

 “En el año que murió el rey Uzías” (v. 1a). Uzías (es conocido como Azarías en 2 Reyes 15) fue uno de los mejores reyes de Judá – el mejor después del rey Salomón. Comenzó a reinar a la edad de 16 años. Reinó 52 años e “hizo lo recto ente los ojos de Jehová” (2 Crónicas 26:3-4). Dirigió un gran ejército, derrotó los Filisteos, y recolectó tributos de los Amonitas. Construyó torres y revivió la agricultura. “Mas cuando fue fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse” (2 Crónicas 26:16). Al final de su vida, trató de usurpar poderes sacerdotales, y Dios le afligió con la lepra (2 Crónicas 26:20).

Cuando decimos, en el año en que murió el rey Uzías es decir bastante. Es decir, “En el año en que un gran y sabio rey murió”. Pero también estamos diciendo, “En el año en que un gran y sabio rey quien tuvo un trágico final murió”. Isaías tenía una gran razón para estar desmotivado y desilusionado por la muerte del rey Uzías, porque un gran rey acababa de fallecer, y porque su vida había terminado trágicamente. ¿Dónde estaba el Señor en todo esto?

“vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime” (v. 1b). ¿Dónde estaba el Señor en todo esto? La Biblia dice que ¡El Señor estaba sentado en su trono! Dios aún estaba reinando, y aún estaba a cargo de toda su creación.

En el año de la muerte de un gran rey, Isaías tuvo el privilegio de ver a un rey celestial aún más grande, sentado en un trono en el templo – seguramente en el Sagrado de los Sagrados del templo de Jerusalén. El trono era “alto y sublime” – apropiado para un Dios de esta naturaleza.

“y sus faldas llenaban el templo” (v. 1c). los reyes de esos tiempos utilizaban túnicas con largas faldas, porque eran difíciles de maniobrar y de moverse en ellas. Utilizar esta larga túnica decía, “soy lo suficientemente importante que no tengo que trabajar. Soy una persona de honor y dignidad. Otros deben servirme y esperarme”. Esencialmente, es lo mismo que se dice cuando una novia usa su largo vestido.

Dios es honrado, tan importante, tan dignificado, que sus faldas llenaban el templo. ¡Esa es una túnica larga!

“Por encima de él estaban serafines” (v. 2a). Rodeado el trono de Dios hay ángeles conocidos como serafines. En muchos otros pasajes, estos ángeles son conocidos como querubines o como las creaturas vivientes. Este es el único lugar de la Biblia donde estas creaturas son llamadas serafines. 

Algunos niegan que los querubines y serafines se refieran al mismo ser. Pero el nombre serafín significa, “los que arden” El profeta Ezequiel 1:13 describe a los querubines de esta manera: Cuanto, a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Eso definitivamente parece describir ¡A los que arden! 

“cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban” (v. 2b). Como nos describe en el versículo 1b, la gente no solía ser permitida ver a Dios y permanecer con vida. Los serafines cubren sus rostros para protegerles. “Cubrían sus pies” es seguramente otra manera de decir ‘cubrir su desnudez.’

“Y el uno al otro daba voces” (v. 3a). Los serafines no se estaban dirigiendo a Dios directamente aquí. Ellos están proclamando su naturaleza gloriosa y su carácter el uno al otro, en la presencia del Señor.

“diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria” (v. 3b). La lengua hebrea utiliza la repetición para enfatizar, y esta repetición en tres partes refleja el resumen de la santidad de nuestro Dios. El autor del libro de Apocalipsis utiliza esta misma imagen y formula tres veces la palabra santo (Apocalipsis 4:8).

Estas palabras son cantadas por el coro de serafines – un himno de alabanza – un tributo a la santidad y gloria de Dios. La santidad de Dios forma parte inherente de su ser. Gloria es la manifestación visible de su magnífica presencia. Santidad y gloria siempre van juntas cuando se describe a Dios en el Antiguo Testamento.

“Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo” (v. 4). Los serafines cantan tan alto que hacen temblar las puertas del templo. El templo también está lleno del humo del incienso (Éxodo 25:6, 29) y de sacrificios quemados. El humo y el sacudir de las puertas recordamos cuando Moisés tuvo el encuentro con Jehová en el Monte de Sinaí (Éxodo 19:18).

Isaías 6:5-7 Es quitada la culpa y limpio tu pecado

 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).

¡Hay de mí! Que soy muerto. ¿Qué hizo que Isaías se sintiera como si estuviera siendo partido? Podemos observar dos cosas. Primero, la visión y el sonido de los serafines. Segundo, la visión del Señor Dios.  

Cuando Isaías vio los ángeles, en toda su santa humildad, obediencia, y alabanza a Dios, él se dio cuenta de que no solo era como el Señor Dios, él tampoco era como los ángeles. Ellos podían clamar santo, santo, santo y alabar a Dios tan hermosamente, pero él no podía porque él era un hombre de labios impuros. “Yo soy un hombre de labios impuros; yo no puedo decir, ¡Santo, santo, santo! Lo que los serafines exclamaban. Ellos son santos; y yo no lo soy: ellos ven a Dios y viven; yo lo he visto, y debo morir, porque yo no soy santo”.

Para que tengamos una idea de cómo se sentía Isaías, imaginemos como nos sentimos en la presencia de un Dios santo. En presencia de santidad, la mayoría de nosotros nos sentimos vacíos en comparación. Su santidad acentúa nuestra falta de santidad. Ahora multipliquemos ese sentimiento por mil, y vamos a empezar a comprender el estado de Isaías.

“han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5b). Ver “al Rey, Jehová de los ejércitos,” es morir. Isaías debe pensar que está a punto de morir ahí mismo.

“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas” (v. 6).

Estos seres angelicales, que rodean el trono de Dios, ministraron a Isaías. Uno voló hacia Isaías con un carbón encendido lo que significa que el carbón aún estaba caliente y ardiendo. Estaban tan caliente que aun un ángel tuvo que unas tenazas para tomarlo del altar.

 El altar: esta debe ser la versión celestial del altar del incienso que fue colocado frente al lugar santísimo en el tabernáculo de Dios. Sabemos que el tabernáculo terrenal que Dios ordenó a Moisés que construyera fue hecho siguiendo el patrón del que ya existía en el cielo.

El trono es para Dios; es ahí donde Él dirige y gobierna el mundo y el universo. El altar es para nosotros; es ahí donde encontramos limpieza y purificación de pecados.

“Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (v. 7).

El serafín toca los labios de Isaías con el carbón encendido, quemando la iniquidad de sus labios y su corazón. El que no era santo ahora es santificado. El que no merecía estar en la presencia de Dios, por la gracia de Dios, ahora merece ese lugar.

Este es la proposición del texto.

Isaías 6:8 Heme aquí, envíame a mí

8 después oí la voz del Señor, que decía:
¿A quién enviaré, y quién nos irá?
Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

  1. ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Dios está buscando alguien que fuera. Él quería que alguien fuera.
  2. ¡Qué extraño que Dios hiciera una pregunta! ¿cuál es esa pregunta de Dios? ¿Qué preguntas puede Él tener? ¿Qué hay que Dios no sepa? Pero Dios estaba preguntando por una persona, porque Dios quiere alcanzar al mundo, y Él desea alcanzarlo a través de personas deseosas. No es que Dios no supiera quienes son estas personas. Es que Dios está esperando corazones listos para revelarse a si mismos.
  3. ¡Que tan extraño es que este Dios de majestad, soberano, y pide voluntarios! Él fácilmente podría crear robots para hacer su trabajo, u ordenar a los ángeles que lleven a cabo su voluntad, pero Dios desea hombres deseosos y rendidos a Él. ¿Has estado esperando que Dios te fuerce a servirlo? ¡El busca voluntarios!
  4. ¿A quién enviaré? Significa que el misionero, el trabajador cristiano, el testigo de Cristo Jesús, es enviado. Ésta es una comisión divina. ¿Quién ira por nosotros? Significa que el misionero, el trabajador cristiano, el testigo de Cristo Jesús, ha decidido ir. Aquí vemos una cooperación de lo divino enviando y el humano irá.
  5. Aquí vemos otra sutil referencia a la trinidad. ¿Quién está enviando? ¿yo o nosotros? Parece ser la misma persona hablando tanto en singular como en plural. ¡Es la misma persona! “El cambio en el número, yo y nosotros, es bastante notable; y ambos siendo de uno y el mismo Señor, haciendo una pluralidad bastante intima entre las personas de la trinidad.
  6. Heme aquí, envíame a mí. Isaías enfáticamente responde al llamado de Dios, Él no dudo. Isaías quería ser la respuesta a la pregunta de Dios.
  7. ¿Qué creó esta clase de corazón en Isaías? Primero, él tenía un corazón que había estado en la presencia de Dios. Él tenía un corazón que conocía su propia pecaminosidad. Él tenía un corazón que conocía la necesidad de su pueblo, la necesidad por la palabra de Dios. Él tenía un corazón que había sido tocado por el fuego limpiado por Dios. Y él tenía un corazón que había escuchado el corazón de Dios para alcanzar a las naciones.
  8. Envíame significaba que Isaías estaba sometido a Dios en todo su servicio. Él ni si quiera dijo, “Aquí estoy, yo iré”. Isaías no intentaría ir a menos que supiera que era Dios el que lo estaba mandando. Muchos se apresuran a decir, “Aquí estoy, yo iré” pero nunca esperan a que el Señor los envíe.
Isaías 6:9-10 Oíd bien, y no entendáis

Algunos siervos del Señor muchos predican nada más los versículos 1-8 e ignoran los versículos 9-13 porque estos versículos representan a Dios como alguien que está decidido a condenar. Habiendo llegado a su veredicto, Dios no quiere que nada – ni siquiera el arrepentimiento – interfiera con el juicio que pronto declarará. Eso choca con nuestra idea de amar a Dios.

No obstante, los dos pasajes van juntos. Versículos 1-8 hablan del mensajero, mientras que los versículos 9-13 hablan del mensaje. El mensaje es pésimo, pero tiene un cambio esperanzador al final. Todo ha de ser destruido y destruido de nuevo. Parece que no hay vida que pueda sobrevivir de los escombros dos veces quemados, pero vida nacerá – una semilla sagrada – un gran rayo de esperanza de luz verde que crecerá de los escombros. Un remanente sobrevivirá para llevar a cabo el plan de Jehová.

 “Y dijo: Anda, y di a este pueblo” (v. 9a).

  1. Anda, y di a este pueblo, “Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis” Dios le dijo a Isaías que fuera y que les predicara a un pueblo que no iba a responder, para que su culpabilidad no fuera perdonada.
  2. ¿Qué predicador estaría contento con un ministerio que las personas se hayan endurecidos sus corazones, que agravará sus oídos, y cegará sus ojos? Puede que Isaías no estuviera contento con ello. La gente puede no haber estado satisfecha con ello. Pero Dios estaría satisfecho con ello.
  3. Cuando escuchamos la palabra del Señor puede lograr en nosotros, que sean abiertos nuestros ojos, oídos, y corazón. nos trae entendimiento a nuestros corazones, nos hace volver, y trae sanidad nuestras vidas. Si estamos bajo la palabra de Dios y si no estamos, ¡tenemos que pedirle a Dios que trabaje en nuestros ojos, oído, y nuestros corazones!
Isaías 6:11-13 hasta que las ciudades estén asoladas

 “Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor?” (v. 11a).

  1. ¿Hasta cuándo Señor? Esta es una pregunta lógica de cualquiera a quien se le es dada una comisión tan difícil. “¿Tengo que predicar a aquellos que no quieren escuchar, y su rechazo de mi mensaje terminará en su destrucción? ¿Por cuánto tiempo tengo que servir en esa clase de ministerio?
  2. La respuesta: predica hasta que la destrucción llegue (hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador). Tenemos que predicar con la esperanza de la restauración del remanente (y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá). A pesar de que el ministerio de Isaías era difícil, no le faltaba la esperanza.

Pbro. Pedro Arcos Sánchez – domingo noviembre 3, 2019

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