Sociedad Femenil Lidia – 15 julio, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 15 de julio de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: la expositora es la Hna Maggy Angulo, así que incluimos su comentario en audio acerca de la lección de hoy.

Tema: «Derramar el alma ante Dios de modo sincero,consciente y afectuoso»

También se incluye el texto del libro correspondiente a esta lección


El versículo para memorizar: Salmo 42:1

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
    Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.

Comentario de la Hna. Maggy Angulo sobre la lección de hoy (Audio y Texto del libro)
Texto del libro «La Oración» por John Bunyan
  1. La oración es derramar el alma ante Dios de modo sincero, consciente y afectuoso. ¡Oh, qué calor, qué fortaleza, vida, vigor y afecto los de la verdadera oración! —Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. He codiciado tus mandamientos. Deseado he tu salud. Codicia y aun ardientemente desea mi alma los atrios de Jehová: mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Quebrantada está mí alma de desear tus juicios en todo tiempo.» Observad cómo dice: «Mi alma codicia», etc. ¡Oh, qué afecto se descubre en esta oración! Lo mismo encontraréis en Daniel: «Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas dilación, por amor de ti mismo, Dios mío». Cada sílaba está impregnada de cálida vehemencia. Esto es lo que Santiago llama oración eficaz. Así también en Lucas 22:44: —Y estando en agonía, oraba más intensamente», o sea, que sus afectos iban más y más lejos hacia Dios en busca de Su mano ayudadora. ¡Oh, cuán lejos están de parecerse las oraciones de la mayoría de los hombres a la verdadera oración que sube al trono de Dios! ¡Qué lástima que la mayor parte no sienta este ardor en su conciencia! y en cuanto a los que lo sienten, es de temer que muchos de ellos no sepan lo que es derramar su corazón y su alma ante Dios de manera sincera, consciente y afectuosa. Más aun, se contentan con un mero ejercicio de labios y cuerpo, musitando unas cuantas oraciones de memoria. Cuando los afectos forman de veras parte de la oración, el hombre todo participa en ella, y de tal manera, que el alma, por decirlo así, prescinde de todo antes que privarse del bien deseado, o sea, la comunión y el solaz son Cristo. Por eso los santos han gastado sus fuerzas y han perdido sus vidas antes que privarse de la bendición (Salmo 79:3; 38:9, 10; Génesis 32: 24).
    Todo este formulismo se observa sobremanera en la ignorancia, irreverencia y envidia que reina en los corazones de aquellos que son tan celosos de las formas de la oración, pero no de su poder. Apenas hay uno entre cuarenta que sepa lo qué es haber nacido de nuevo; tener comunión con el Padre por medio del Hijo; experimentar el poder de la gracia santificante en su corazón. A pesar de todas sus oraciones, viven todavía vidas llenas de maldición, embriaguez, lascivia y abominación, Malicia, persiguiendo a los amados hijos de Dios. ¡Oh qué horrendo juicio vendrá sobre ellos; juicio contra el cual todas sus reuniones hipócritas, y todas sus oraciones, jamás podrán ayudarles o protegerles!
    Asimismo, orar es derramar el corazón o alma. Hay en la oración un acto en que lo íntimo se revela, en qué el corazón se rinde a Dios, en que el alma se derrama afectuosamente en forma de peticiones, suspiros y gemidos: -«Delante de ti están todos mi deseos (dice David en- el Salmo 38: 9),—y mi suspiro note es oculto.» Y también: «Mi alma tiene sed de -Dios, del Dios vivo: ¡cuándo vendré, y compareceré delante de Dios! Me acordaré de estas cosas, y derramaré sobre mí mi alma» (Salmo 42:2-4). Obsérvese que dice: «Derramaré… mi alma», expresión que significa que en la oración la vida misma y todas las fuerzas vuelan hacia Dios. Como dice en otro lugar: «Esperad en El en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de El vuestro corazón» (Salmo 62: 8). Esta es la oración ala que se ha dado promesa de liberación para la pobre criatura cautiva y bajo servidumbre. «Si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma» (Deuteronomio 4:29).
    Prosigamos: Orar es derramar el corazón o alma ante Dios. Esto muestra también la excelencia del espíritu de oración. Es a la presencia del gran Dios adonde la oración se retira: «¡Cuándo vendré, y compareceré delante de Dios!» El alma que de veras ora así, ve la vanidad de todas las cosas debajo del cielo; ve que sólo en Dios hay descanso y satisfacción para ella. La viuda y la desolada ponen su confianza en Dios. Por esto dice David: «En ti, oh Jehová, he esperado; no sea yo confundido para siempre. Hazme escapar, y líbrame en tu justicia: inclina tu oído y sálvame. Séme por peña de estancia, adonde recurra yo continuamente. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Dios mío, líbrame de la mano del impío, de la mano del perverso y violento. Porque tú, oh Señor, eres mi esperanza: seguridad mía desde Mi juventud» (Salmo 71: 1-5). Muchos hablan de Dios con palabrería; mas la oración verdadera hace de El su esperanza, su sostén, y su todo. La verdadera oración no ve nada sustancial ni que valga la pena excepto Dios. Y lo hace (como he dicho antes) de manera sincera, consciente y afectuosa.
    Seguiremos diciendo que la oración es derramar el corazón o alma de manera sincera, consciente y afectuosa a través Cristo. Es necesario añadir esto, a través de Cristo, pues de lo contrario cabe dudar si es oración, por mucha pompa y elocuencia que emplee.
    Cristo es el camino por el cual el alma tiene acceso a Dios, y sin el cual es imposible que ni un solo deseo llegue a oídos del Señor de Sabaoth: «Si algo pidiereis en mi nombre todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré». Esta fue la manera en que Daniel oró por el pueblo de Dios; en el nombre de Cristo: «Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor» (Daniel 9:17). Y lo mismo David: —-Por amor de tu nombre (es decir, por amor de tu Cristo), oh Jehová, perdonarás también mi pecado; porque es grande- (Salmo 25:1l). Ahora bien, esto no quiere decir que todo el que menciona el nombre de Cristo en sus oraciones esté orando realmente en Su nombre. El acercarse a Dios por Cristo es la parte más difícil de la oración. Al hombre le es más fácil experimentar Sus obras, e incluso desear sinceramente Su misericordia, que poder venir a Dios por Cristo. El que viene a Dios a través, de Cristo, ha de conocerle primeramente: pues el que a Dios se allega, ha de creer que le hay. Y también el que viene a Dios ha de conocer a Cristo: —Ruégote que me muestres ahora tu camino», dice Moisés, «para que te conozca» (Éxodo 33: 13).
    Sólo el Padre puede- revelar a este Cristo. Y venir a través de Cristo es que sea dado al alma poder de Dios para guarecerse a la sombra del Señor Jesús, como el que se cobija en un refugio. Por esto David llama a Cristo muchas veces su escudo, torre, fortaleza, roca de confianza, etc. Y le da estos nombres, no solamente porque por El venció a sus enemigos, sino porque por El halló favor cerca de Dios Padre. A Abraham le fue dicho: «No temas, Abram; yo soy tu escudo», etc. (Génesis 15:-1). Así, pues, el que viene a Dios a través de Cristo ha de tener fe, por la cual se reviste de El, y en El aparece ante Dios. Ahora bien, el que tiene fe ha nacido de Dios, ha nacido de nuevo, y por tanto llega a ser uno de Sus hijos, en virtud de lo cual es unido a Cristo y hecho miembro suyo. Por consiguiente, una vez miembro de Cristo, ya tiene acceso a Dios. Digo miembro de Cristo, por la manera en que Dios le considera como parte de su Hijo; como parte de su cuerpo, de su carne y de sus huesos; unido a El por la elección, la conversión, la iluminación. Dios pone el Espíritu en el corazón de ese pobre hombre, de modo que ahora se allega a Dios en virtud de los méritos de Cristo; en virtud de su sangre, su justicia, su victoria, su intercesión. Ya está ante El, siendo acepto en su Hijo amado. Al ser así esta pobre criatura miembro del Señor Jesús, y tener, por tanto, acceso al trono de Dios, en virtud de esta unión, el Espíritu Santo es puesto también en él, capacitándole para derramar su alma ante Dios y ser oído de El.
Himno 'Tentado no cedas - Canta Hna. Rosy Prado'

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