Invitación al Banquete – II Reyes:6:24-7:20

Samaria, la capital de Israel, las diez tribus que se habría  separado de la casa de David y no querían reconocer a Jerusalén como su capital, estaba sitiada por Ben-adad, el Rey de Siria. Había tanta hambre que lo que normalmente no se comía, como cabeza de asno y estiércol de paloma, ahora se vendía a precios exorbitantes. Eliseo, el profeta de Jehová habló con el Rey de Israel que vivía en Samaria. Le dijo que dentro de veinticuatro horas habría una abundancia de comida que se podría comprar con precios muy razonables. El Rey, por la burla de un Príncipe Consejero, al profeta del Señor no le creyó.

Dios hizo que todo el ejército de los sirios oyera el sonido de un ejército, con sus caballos y sus carros, y se escaparon, dejando atrás todos sus enseres, y toda la comida. Su campamento quedó solo, sin gente, pero con muchas provisiones. Sin que los de Samaria supieran, ni el rey, la ciudad de Samaria ya no estaba sitiada.

Había, fuera de los muros de la ciudad pero no aliado con los sirios, un grupo de leprosos no aceptado en ningún lado. Estos leprosos también tenían hambre. Antes dependían de las limosnas de los que entraban y salían de la ciudad. Pero ya no había movimiento de entrada y salida, y no había nadie que les diera de comer.

Decidieron, entonces, ir con los sirios. Pues no tenían nada que perder. Llegaron, y no había nadie, solamente había provisiones en abundancia. Se pusieron a comer a beber y a recoger del botín lo que se podía, plata oro y vestidos. Tomaron lo que podían y lo fueron a esconder.

“Luego se dijeron el uno al otro. No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad, vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey. Vieron, pues y gritaron a los guardias de la puerta de la ciudad, y les declararon (las noticias)…” (II de Reyes 7:9-10)

Por supuesto, la reacción fue inmediata, la gente fue corriendo al escuchar las buenas noticias. Solamente el Príncipe Consejero del Rey, que no creyó al profeta Eliseo, burlándose de él, murió, atropellado por la gente.

Nosotros estamos en la situación de los leprosos que supieron de las buenas noticias, y fueron a disfrutar de la provisión.

Las diferencias es que a ellos les remordía la consciencia al disfrutar de la bendición cuando había otros que no sabían de las buenas noticias, y les fueron a declarar las buenas noticias, a dar una invitación al banquete. Nosotros también sabemos de las buenas noticias, pero la preocupación por los que no han oído es mínima. No les hemos ido a declarar las buenas noticias, a invitarles al banquete.

Hay miles de personas que viven cerca de la iglesia, dentro de una distancia que pueden llegar caminado, no  tienen que buscar estacionamiento, que deben de recibir una invitación al banquete. Nosotros hemos disfrutado del banquete, ya es tiempo de declararlo a los otros. Nuestra consciencia nos debe molestar mucho por disfrutar del banquete sin avisar a los otros. Ahora que nos estamos acercando a la Navidad, es buen tiempo para esforzarnos a difundir la Invitación al Banquete.

Artículo publicado originalmente en el Editorial del Boletín Buen Oleo de la INP Berith – 18 de noviembre, 2007

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