El alimento del espíritu

Meditación sobre 1 Pedro 1:13-2:3 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
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1 Pedro 1:13-2:3
Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le ha resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.

La persecución de la Iglesia de Cristo se da desde sus inicios y continúa hasta nuestros tiempos, la cual puede ser hasta la muerte; y lo vemos hoy a nivel internacional como en Afganistán, a nivel nacional, está la persecución que se da en las comunidades indígenas de Chiapas por ejemplo, y si le buscamos es muy probable que tengamos algún tipo de discriminación por parte de vecinos, familiares cercanos o amigos que nos ven con recelo al saber que somos cristianos por lo que nos excluyen de convivios y actividades.

La carta la escribe el apóstol Pedro, llamado también Simón,  quien era hijo de Jonás y hermano de Andrés nacidos en Betsaida, ambos fueron los primeros llamados por Jesucristo a ser sus discípulos y la carta está dirigida a los expatriados de la dispersión, esto es a todos los creyentes que fueron perseguidos y quienes tuvieron que huir a regiones paganas y así preservar su vida.

Cuando dice a todos los creyentes esto incluye tanto a judíos que habían reconocido a Jesús como su salvador y que sabían de las promesas, como a gentiles que  saben del evangelio, es decir, del mensaje de salvación; todos ellos habían sido elegidos en la presciencia de Dios Padre, entendiéndose esto como la elección divina de Dios Padre desde la eternidad de los que habrían ser su pueblo, porque sabemos que Dios Padre todo lo sabe y porque su misericordia nos escogió para una vida eterna a través del sacrificio de nuestro Señor y salvador Jesús el Cristo, haciéndonos herederos de una riqueza incorruptible, la cual no se puede contaminar.

Esto conllevaba el llamamiento a una vida santa, es decir una vida que agrade a Dios y dé testimonio de que somos sus hijos para su gloria.

Dios es santo y nos pide que también lo seamos, en el sentido de que no tengamos mancha en nuestra conducta o pensamiento, que nuestro vivir sea digno de nuestro bendito Padre, en gratitud al sacrificio que hizo el Señor Jesús dando su sangre para lavar nuestros pecados y así darnos la entrada al cielo, a gozar la vida eterna en presencia del Creador; la obra que hace el Espíritu Santo en nosotros para que hagamos nuestra la palabra de Dios pudiéndola entender y actuar con temor, es decir, en reverencia, y  obediencia a los estatutos y mandatos que nos da  en ella, la cual nos enseña cómo vivir para agradar a nuestro trino Dios.

Una manera en que podemos mostrar que somos sus hijos es actuando con amor, primeramente hacia nuestro Dios y después hacia nuestro prójimo, esa es la señal para reconocer a los hijos de Dios, para ver que sus frutos son del Espíritu Santo, la Biblia nos insta a vestirnos de amor que es el vínculo perfecto.

La manera en que nuestro corazón podrá dar amor es que esté lleno de amor, si no está lleno de esté lo que saldrá será enojo, tristeza, amargura, envidia o con lo que lo hayamos llenado. ¿Quiere saber que hay en su corazón? Observe como actúa ante una situación difícil, eso es lo que hay en su corazón.

Solo Dios que es amor nos puede llenar nuestro corazón con amor, y es a través de su palabra, que nos cambia y permanece para siempre,  por eso nos llama a desearla como el niño recién nacido la leche que amorosamente le da su mamá para que tenga los nutrientes y alimentos que necesitamos para crecer,  desarrollarnos y madurar en el camino hacia el cielo.

Ser dispersado no es para nada una situación fácil, generalmente son condiciones muy adversas las que se viven siendo perseguidos o rechazados, puede haber muchos sentimientos que nos dificulte relacionarnos con los demás, ya sea por miedo, rencor, vergüenza, desconfianza… pero al llenar nuestros corazones con la palabra de Dios, con su amor podremos tener una mejor vida y ser bendición a los que están a nuestro alrededor.

Tal vez nuestra situación no sea tan crítica o difícil como la que mencione al principio pero aun así somos llamados a desear la palabra de Dios como niños recién nacidos y llenar nuestros corazones de amor.  

Lo único que alimenta nuestra alma es la palabra de Dios .   La Biblia


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