Renacidos por la palabra de Dios

Meditación sobre 1 Pedro 1:16-23 por el A.I. Nelson Daniel Miranda Giles
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Transcripción…

CDMX, viernes 27 de agosto de 2021

En el mundo actual casi siempre pensamos que una persona es inteligente si ha ganado un premio por escribir un libro o por sus logros en los negocios, aunque a veces no sea muy claro como lo logro, pensamos, si este sí que es muy inteligente, se sabe todos lo necesarios para triunfar en la vida.

En la biblia en el libro de Job 28: 28 podemos leer:

28  Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,
Y el apartarse del mal, la inteligencia.

El mundo tiene ciertamente sus propios valores, que a veces o casi siempre no concuerdan con lo que nos enseña la palabra de Dios. Hermanos, sabemos en quien creemos, a quién servimos, tengamos claro en donde esta nuestra fe, nuestra confianza.

En los versículos 16 y 17 de nuestro pasaje en 1ª Pedro 1 podemos leer;

16  porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
17  Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;

Como cristianos, nuestro testimonio es verdadero si nuestro comportamiento avala lo que decimos con nuestras palabras. El Apóstol nos recuerda lo que está escrito en el libro de Levítico 11: 44 – 45 Donde Dios nos pide no contaminarnos y permanecer en santidad.

La santidad se refiere a nuestra relación con Dios. Ser santo es ser apartado, es un llamado a salir del mundo pecaminoso y a tener una relación profunda y duradera con Dios para que como personas seamos más parecidas a Él, estudiando su palabra, haciendo su voluntad, más rectas y menos parecidas al mundo pecaminoso que nos rodea.

Al orar a nuestro Dios pedimos que se haga su voluntad, sabemos que Él es santo y que juzga a todos según sus obras, Él no hace acepción de nadie y juzga nuestra conducta, nuestra manera de vivir, como cristianos debemos estar pendientes de la clase de vida que llevamos.

Si oramos a nuestro Dios, lo hacemos con la plena convicción de que somos escuchados por nuestro Dios, no porque seamos muy buenos o porque nos portamos muy bien, sino porque lo pedimos por medio de nuestro señor Jesucristo, no dudando de la fidelidad de nuestro Dios a sus promesas escritas en su palabra.  

Hermanos, que nuestro testimonio sea verdadero, sigamos los pasos de nuestro señor Jesús, prudentes, sobrios, caminando en santidad en el tiempo que nuestro Dios nos preste vida.

En los versículos 18 y 19 de nuestro pasaje en 1ª Pedro 1 podemos leer;

18  sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
19  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

Estábamos viviendo sin Dios y sin esperanza, nacidos en pecado, inmersos en el mal camino, con una vida vacía, con odios y resentimientos, satisfaciendo solo los deseos de nuestra carne, sin amor a las demás personas haciendo lo malo sin algún remordimiento alguno.

El rescate o la redención implica llevar la libertad a un cautivo, generalmente mediante el pago de un precio. En Levítico 25: 25 – 49, nos dice lo que se pedía a los israelitas para que volvieran a comprar o redimir a un miembro de la familia que había sido obligado a venderse a sí mismo como esclavo o que volvieran a comprar o redimir la tierra familiar que había caído en otras manos debido a la pobreza.

Todos los seres humanos por nuestra naturaleza es que hemos pecado, y nuestro pecado nos condena, Cristo pagó el precio de nuestro rescate, nuestra redención con su muerte en la cruz.

Solo Dios en su infinita misericordia envió a su hijo a Jesucristo para salvarnos, a rescatarnos pagando el precio, no con cosas materiales y corruptibles, el precio de nuestro pecado, nuestra salvación, solo pudo ser pagado con la sangre preciosa de Cristo, que es como de un Cordero sin mancha y sin contaminación, pues él no cometió pecado.

Solo Cristo por su gran amor nos dio vida.

En los versículos 20 y 21 de nuestro pasaje en 1ª Pedro 1 dice:

20  ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,
21  y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

El plan de la redención fue preparado por Dios desde el principio, desde antes de la fundación del mundo, por su gran amor y misericordia, solo por gracia de Dios, para aquellos que creen en Dios y tienen fe que Jesucristo, el hijo de Dios vino a este mundo a redimir a todos aquellos que le aceptan como su salvador, porque su fe y esperanza han sido sustentadas por la resurrección de Jesús de los muertos.

En los versículos 22 y 23 del pasaje dice:

22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

El Apóstol Pedro por ser judío sabía que la purificación era una parte importante de la fe y la práctica que todo judío debía realizar. Por eso dice que somos purificados al obedecer por medio del Espíritu, que nos da testimonio de que tenemos la verdad.

Con anterioridad (versículo 16), leímos que Dios es santo, por lo que todo su pueblo debe ser santo, limpio, sin pecado, cumpliendo la voluntad de Dios, recto, apartado para Dios cumpla su propósito en nosotros.

Jesús enfatizó que la verdadera pureza es un asunto del corazón, nuestros pensamientos humanos nos llevan al pecado, En Sn. Marcos 7: 15, el señor Jesús nos dice “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”.

Solo el Espíritu de Dios nos puede llevar a amarnos como hermanos en Cristo, a preocuparnos y a estar al pendiente unos de otros con amor ferviente, puro y sincero.

El renacer es el cambio en nuestras vidas de como vemos el mundo que nos rodea, a las demás personas y que nos lleva a demostrar con hechos y palabras que Cristo mora en nuestro corazón, la palabra de Dios nos hace renacer y nos da a conocer la voluntad de Dios en nuestra vida.

Hermanos, la palabra de Dios permanece para siempre en nuestro corazón si la estudiamos y la ponemos en práctica en nuestra vida, entonces somos renacidos y fortalecidos por ella, para vivir en amor y santidad para la gloria de Dios.

A. I. Nelson Daniel Miranda Giles. 

Otras meditaciones sobre el tema La Palabra de Dios
Comparte con tus amigos