Siervo de Cristo Jesús – Judas 1

Meditación sobre Judas 1 por el A.I. Saulo Murguía
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Introducción

La carta de Judas es uno de los libros más pequeños y menos conocidos de la Biblia, pero no por eso es menos importante.
El Espíritu Santo guió a Judas para escribirle a una iglesia en peligro.

Este peligro no es exclusivo de una congregación o de una época en la historia de la iglesia, sino que sigue siendo vigente en la situación en que nos encontramos hoy.

Judas exhorta a la iglesia a “contender por la fe que fue una vez dada a los santos”, porque esa fe está bajo ataque. ¡

¡Lo que lo hace esto tan peligroso es que los atacantes dicen ser creyentes!

Los falsos maestros predican audazmente acerca de Cristo y la gracia que nos salva de nuestros pecados, pero presentan esa salvación como si fuera licencia para pecar libremente. Invitando así al creyente a alejarse de Cristo y animándole a ser esclavizado por los ídolos de sus deseos egoístas.

Al recordarnos la santidad de Dios en Su relación con Su pueblo en el pasado, Judas nos advierte que la influencia de estos falsos maestros está afectando la unidad, la adoración y el testimonio de la iglesia.

Y nos dice que necesitamos recordar la instrucción de la Palabra de Dios, edificar nuestra fe, ser constantes en la oración, mantenernos en el amor de Jesús y esperar la misericordia que nos llevará a la vida eterna.

En lugar de ser consumidos por los ídolos fabricados pornosotros mismos, tendremos la libertad de mostrar misericordia hacia los demás e incluso sacarlos de la incredulidad.

Un siervo de Jesucristo

El escritor de esta carta, Judas, fue uno de los hijos de José y María. Judas había visto crecer a su hermano mayor, Jesús “en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52).
Pero cuando escuchó a Jesús predicar y vio cómo crecía la reputación de Jesús como hacedor de milagros, no se vio movido a creer. Juan 7:5 dice que «ni aun sus hermanos creían en él».

Tiempo después, por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, tanto Judas como otro de sus hermanos, Santiago, se convirtieron.

Ahora eran más que hermanos: se habían convertido en servidores de Cristo Jesús.

Habían sido liberados y ahora podía seguir a su hermano mayor que se había convertido en su rey.

Sin el Espíritu cambiando nuestros corazones, también seríamos incrédulos.

Por eso confesamos con entusiasmo que nuestro único consuelo se encuentra en pertenecer a nuestro fiel Salvador, Jesucristo.

Nosotros también somos sus siervos. Esa es la relación que guardamos con El. Somos sus siervos.

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