Pactos. Maldiciones y Bendiciones – Éxodo 24:7,8 y Lucas 22:20
Meditación basada en Éxodo 24:7,8 y Lucas 22:20 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
La meditación de hoy lleva como tema: «Pactos, maldiciones y bendiciones» basado en las citas bíblicas del libro de Ex 24: 7 y 8; y del Evangelio de Luc 22:20.
Muchas veces hemos oído hablar del viejo pacto y el nuevo pacto, pero… ¿qué es un pacto?
Un pacto viene siendo la forma de cómo se relaciona Dios con su pueblo. En términos generales, un pacto se puede comparar con un contrato que elaboran dos partes para llevar a cabo: algún negocio, o una relación laboral.
Sin embargo, hay grandes diferencias entre un pacto y un contrato; ya que, cuando se realiza un contrato, se hacen una serie de especificaciones, donde el empleador se compromete a dar ciertas prestaciones y el salario prometido, a cambio de que el empleado se comprometa a llevar a cabo lo requerido por el patrón. O bien, cuando dos más personas se asocian para poner un negocio.
Todas las partes involucradas se comprometen a aportar lo acordado entre ellas, para iniciar una empresa.
Entonces, ya sea un contrato laboral, o un contrato de sociedad, si alguno falla, éste termina.
Estos pactos son bilaterales, en donde las partes involucradas se comprometen a cumplir con los lineamientos establecidos y donde ambas partes resultan beneficiadas; sin embargo, están en la entera libertad de firmar dicho contrato, o no hacerlo.
Mientras que los pactos entre Dios y los hombres, tienen cierta estructura que los diferencia de un contrato, ya que más bien se asemeja a los tratados del medio oriente, entre el soberano y sus vasallos.
En este tipo de tratado no existía ninguna negociación entre las dos partes; es decir, el soberano imponía los lineamientos del pacto y el vasallo estaba obligado a cumplir.
Los pactos que existen entre Dios y el hombre y que se asemejan con la relación soberano-vasallos, constan de 4 elementos: el primero es la identificación de Dios a su pueblo, el segundo es el preámbulo, el tercero es lo que Dios quiere de nosotros y el cuarto, enumera los beneficios si se cumple con el pacto, o las consecuencias en caso de haya incumplimiento.
El primero lo vemos cuando Dios se identifica diciendo: «Yo Soy el Señor tu Dios«. Con esta presentación, deja bien clara su soberanía y la posición del pueblo como vasallo.
El segundo es el preámbulo, donde menciona todo lo que Él ha hecho por su pueblo, y por ese motivo, es digno de adoración y lealtad.
Un ejemplo de preámbulo lo vemos cuando Dios con gran poder, liberó de manera definitiva, a su pueblo Israel de la amenaza de Egipto, al abrir el mar Rojo para que pasaran en seco, mientras la columna de fuego detenía al ejército de Egipto. Estos portentos no dejan lugar a dudas, de que Dios es digno de toda alabanza, adoración y gloria.
El tercer elemento, son los requerimientos que Dios establece en el pacto, y que el pueblo está obligado a cumplir. Así tenemos los diez mandamientos, con los cuales Dios da a conocer al pueblo de Israel su voluntad.
Y el último, enumera las bendiciones que Dios otorgará a aquellos que cumplan cada uno de los estatutos, o las maldiciones, para aquellos que los infrinjan. Un ejemplo claro de bendición, lo tenemos en el quinto mandamiento que se encuentra en Éxodo 20: 12:
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da
Notamos que Dios nos ordena que honremos a nuestros padres, y si cumplimos con esto, entonces tendremos la bendición de que nuestra vida, será larga sobre la tierra. Este es el primer mandamiento con promesa. Pero para aquellos que no cumplan este mandamiento, recibirán la maldición de Dios; como vemos en el libro de Deuteronomio 27: 16 que dice:
Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre.
Todos estos elementos los encontramos en los pactos de Dios con Adán, con Noé, con Moisés, con Abraham, y el nuevo pacto entre Jesús y su Iglesia.
Ahora bien, los pactos en tiempos bíblicos se ratificaban con sangre. Cada una de las partes tenía que pasar en medio de animales divididos, para sellar el compromiso de cumplir con lo pactado. Dios también ratificó con sangre, las promesas que le hizo a Abraham, cuando le ordenó que partiera por la mitad los animales, que previamente le había indicado, y que pusiera ambas mitades una enfrente de la otra. En este caso vemos cómo Dios fue el único que pasó en medio de ellos, obligándose a cumplir con lo prometido a su siervo.
En el libro de Éxodo 24: 7 y 8 vemos a Moisés tomando el libro del pacto, y una vez que dio lectura al pueblo de las ordenanzas de Dios, tomo la mitad de la sangre de los becerros que habían sido sacrificados, y la roció sobre el pueblo diciendo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. Todos estos pactos, que Dios dio a conocer a sus siervos y a su pueblo, fueron pactos unilaterales; porque Dios puso las condiciones, y el pueblo quedó obligado a cumplirlas.
El último pacto, el pacto final, fue el pacto de gracia, un nuevo pacto que Jesús dio a conocer a sus apóstoles la noche iba a ser entregado por Judas Iscariote diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Luc 22:20
Este nuevo pacto, que supera al que se llevó a cabo en el monte Sinaí, sería ratificado al siguiente día, con la sangre derramada en la cruz de nuestro único y suficiente salvador, Cristo Jesús. Todos aquellos que crean en Él, condición necesaria, pasarán a formar parte de la familia de Dios. De lo contrario, recibirán el justo castigo de Dios.
En el corazón de éste nuevo pacto, radica la promesa divina de redención. Mayor promesa que ésta, no puede haber. El Dios de la creación, el Todopoderoso, que existe desde la eternidad hasta la eternidad, en su segunda Persona, Jesucristo, confirma esta promesa con un juramento divino. A Este Dios adoramos, que, con su nuevo pacto en su sangre, se comprometió a darnos la salvación. Amén
Dios los colme de bendiciones. Hasta luego.