La santidad de Dios nos guarda – Salmo 119:113-120
Meditación sobre Salmo 119:113-120 por el A.I. José Antonio Velázquez Ch.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Sámec
113 Aborrezco a los hombres hipócritas;
Mas amo tu ley.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado.
115 Apartaos de mí, malignos,
Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
Y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
117 Sosténme, y seré salvo,
Y me regocijaré siempre en tus estatutos.
118 Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos,
Porque su astucia es falsedad.
119 Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Por tanto, yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti,
Y de tus juicios tengo miedo.
La Palabra SÁMEC (soporte o columna)
En este Salmo se implora a Dios dos veces para que sostenga a su siervo.
Iniciamos con los versículos 113 y 114, y los vamos a subtitular como “Protección hallada en la Palabra de Dios”
Aborrezco a los hombres hipócritas;
Mas amo tu ley.
Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado
Al salmista manifiesta su odio a quienes no definen claramente su adoración a Dios y navegan sin dirección entre los valores del mundo y los estatutos de Dios. Dicen conocer a Dios más no saben de Él, ya que no confían plenamente y esto denota que no lo conocen; no saben que pertenecen a su plan. A estos hombres los llama hipócritas. Dicen conocer a Dios, más no están dispuestos a servirle. Aman el pecado porque éste les proporciona las riquezas terrenales.
El salmista también reconoce su debilidad y enseguida pide a Dios que le sostenga y le mantenga alejado del pecado.
“Más amo tu ley”, declara el salmista. Esto nos dice que cuando amamos la Ley, ésta se vuelve una Ley de amor y nos aferramos a ella con todo nuestro corazón. Cuando conocemos a Dios a través de su Palabra, Él se convierte en nuestro refugio, y a través de sus estatutos se abre una relación directa con nuestro Creador, por lo que en tiempos de aflicción no nos va a desamparar. Su Palabra es nuestro refugio,
En el versículo 115, el salmista se dirige fuertemente a los impíos y les dice:
Apartaos de mí, malignos,
Esto quiere decir que el creyente debe permanecer alerta, atento y selecto en cuanto a quien lo acompaña en el andar por el mundo. Esto no quiere decir que permanezca en un aislamiento, ya que debe tener contacto para difundir el evangelio y buscar encontrarse y reclutar a los hermanos en la fe; pidiendo sabiduría de lo alto para tal tarea.
El ser considerado con los de afuera, es dar a través de nuestra conducta un buen testimonio de la Palabra de Dios y su amor por nosotros, y esto es para ganar almas para Cristo.
Mas si la cercanía con ellos nos inquieta y llama a los valores terrenales el salmista dice: “apartaos de mí, pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios”.
El salmista pide ese espacio entre él y los impíos para guardar los mandamientos de su Dios, es decir, guarda una relación personal y directa con Dios y se atreve a decir, mi Dios:
Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
El creyente sabe que ante sus enemigos y la adversidad lo único que lo puede sostener es la Palabra de Dios, y en ella hallará vida física y espiritual.
Y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
El salmista tiene bien clara su esperanza en Dios y declara:
Sosténme, y seré salvo,
Esta fuerza y sabiduría que se requiere para ser salvo sólo la puede dar Dios mismo. Es la certeza que tiene el salmista de ser salvo y de la fuerza para respetar sus estatutos. Y será un creyente obediente.
Sosténme, y seré salvo, clama el salmista.
Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos,
El salmista confía en el justo juicio de Dios y sabe que Él aparta a todos los que se desvían de su Palabra.
Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Dios apartó la escoria de su pueblo. Los mantendrá al margen de sus escogidos.
Por tanto, yo he amado tus testimonios.
El salmista manifiesta que a través de su fe puede ver los testimonios de Dios. El creyente ve el perfecto orden de Dios, su santidad y su sabiduría.
Mi carne se ha estremecido por temor de ti,
Cuando el salmista ve los justos juicios de Dios y se mira a sí mismo ve que él no es justo. Esto lo estremece y lo único que puede hacer es buscar los brazos de Dios y pide su expiación.
Cuando vemos la santidad de Dios, resalta y sale a la luz nuestro pecado, y lo único que podemos hacer es pedir su misericordia.
Boice [1] nos dice,
“Si no nos estremecemos delante de Dios el sistema del mundo pareciera maravilloso para nosotros y nos consumirá placenteramente”
Clamemos para que la santidad de Dios nos guarde.
[1] James Montgomery Boice fue un teólogo cristiano reformado estadounidense, profesor de Biblia, autor y conferenciante conocido por sus escritos sobre la autoridad de las Escrituras y la defensa de la inerrancia bíblica. También fue Ministro Principal de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadelfia desde 1968 hasta su muerte.