Señales de Jesús. (2) La purificación del Templo – Juan 2:12-22
Meditación bíblica sobre Juan 2:12-22 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción
De la misma manera que en nuestra vida diaria nos topamos con señales te todo tipo todos los días, Dios nos ha dado señales que apuntan hacia verdades espirituales.
Esas señales de Dios, tal como las que vemos todos los días, nos indican qué camino tomar, y nos sirven de guía.
Cada señal que hizo Jesús apuntaba hacia una verdad espiritual que tenemos que aprender, con el fin de seguir el camino correcto. De lo contrario, andaremos sin rumbo.
Este es tercer video de una serie sobre las siete señales de Jesús en el Evangelio de Juan. En el primero dimos una breve introducción sobre el propósito de esas señales. En el segundo hablamos de la primera señal cuya narración podemos leer en Juan 2:1-11 cuando Jesús convierte el agua en vino en la boda de Caná que nos enseña que Jesús es el Mesías (el Cristo) que inicia el nuevo pacto.
Hoy hablaremos de la segunda señal de Jesús que vemos en el Evangelio de Juan: la purificación del templo.
Esta señal se relata en Juan 2:12-22 nos enseña que Jesús es el nuevo Templo.
Vamos a revisar ese pasaje.
1. Jesús estaba consagrado al templo de su Padre
En el versículo 12 leemos:
Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.
Después la boda en Caná de Galilea (donde realizó su primera señal) van a Capernaum.
Capernaúm era un pueblo pesquero a orillas del mar de Galilea, en donde vivian algunos de sus discípulos.
Luego leemos en el versículo 13:
Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
Después de descansar unos días en Capernaum, Jesús fue a Jerusalén para la celebración anual de la Pascua.
La Pascua conmemoraba la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto cuando el ángel de la muerte “pasó por alto” las casas cuyos postes y dinteles estaban rociados con la sangre del cordero sacrificado (Éxodo 12:23-27).
Todos los judíos varones mayores de 12 años viajaban a Jerusalén cada año para la celebración de la Pascua.
Cuando Jesús llegó a Jerusalén, leemos en el versículo 14:
y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
El templo tenía cuatro patios: el patio de los gentiles, el patio de las mujeres, el patio de Israel (para los hombres) y el patio de los sacerdotes.
En el patio de los gentiles era donde los mercaderes vendían “bueyes, ovejas y palomas”. Además, allí había “cambistas”.
Los peregrinos que viajaban a Jerusalén no llevaban sus propios animales para ofrecerlos como sacrificio, ya que les era mucho más fácil comprar un animal ya estando en Jerusalén.
Pero no se les permitía usar monedas romanas porque se consideraban “profanas”. Por lo tanto, tenían que cambiarlas por monedas santificadas.
El Atrio de los Gentiles ya se había convertido en algo mas parecido a un mercado que a un lugar de adoración a Dios.
¿Estaba mal cambiar dinero para los peregrinos que viajaban? No.
¿Estaba mal proporcionar animales para comprar para el sacrificio? No.
El problema era que el comercio se estaba llevando a cabo en el lugar equivocado. Esa era una actividad que podría haberse realizado fuera del Atrio de los Gentiles en las calles de Jerusalén.
Pero lo estaban haciendo precisamente ahí, en el Atrio de los Gentiles, dentro del templo.
El templo había sido diseñado para que personas de todas las naciones pudieran adorar a Dios.
Luego leemos lo que hizo Jesús en el versículo 15:
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
Al expulsar “fuera del templo a todos”, Jesús estaba cumpliendo la profecía de Malaquías 3:1-4, que dice:
1 He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. 2 ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. 3 Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia. 4 Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos.
Jesús no quería que nada interfiriera en la adoración a Dios.
Además, leemos lo que Jesús hizo a continuación en el versículo 16:
y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
Jesús dio dos órdenes.
La primera fue debían llevarse a los animales y a los cambistas.
Y la segunda que no se dedicaran al comercio en el lugar que estaba dedicado para adorar a Dios.
Ahora, es interesante notar que Jesús no dijo “nuestro” Padre, sino se dijo “mi” Padre indicando su relación especial con Dios.
Nadie se opuso a Jesús en ese momento cuando expulsó a los mercaderes del Atrio de los Gentiles. La razón por la que nadie se opuso a Jesús es que Él tenía razón. El comercio no debía tener lugar dentro del recinto del templo. A Jesús le preocupaba que el nombre de Dios no fuera profanado.
El versículo 17 dice:
Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.
Los discípulos recordaron el Salmo 69:9, que dice:
Porque me consumió el celo de tu casa;
Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
El rey David había escrito ese Salmo varios siglos atrás. Cuando David lo escribió, era perseguido por su celo hacia la casa de Dios y su defensa del honor de Dios.
2. Jesús estaba describiendo su propio templo
A continuación, leemos en el versículo 18:
Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
Aquí, “los judíos” se refiere a las autoridades de Jerusalén o quizá simplemente a aquellos que eran hostiles a Jesús.
Al parecer aquí las autoridades enfrentan a Jesús con esa pregunta.
Al decir “qué señal nos muestras”, querían saber con qué autoridad Jesús estaba haciendo eso.
En lugar de reconocer que habían permitido prácticas contrarias a la intención del templo, sólo cuestionaron la autoridad de Jesús para hacer eso.
Esa acción de Jesús -de limpiar el templo- sólo los hizo enfurecerse más contra Jesús.
En el versículo 19, leemos:
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
La respuesta de Jesús era confusa, parecía que estaba cambiando el tema.
Aquí Juan usa palabra griega Λύσατε (destruir) (Lúsate) es imperativa en griego, pero no la usa como un mandato estricto; se entiende como “si ustedes destruyen este templo.” En tres días lo levantaré de nuevo.
Pero, ¿De qué estaba hablando Jesús?
Se refería a su propio cuerpo como Templo. A su propia crucifixión y resurrección.
Su cuerpo sería destruido, pero en tres días Dios lo resucitaría.
El versículo 20 dice:
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Estaban malinterpretando las palabras ds Jesús. No estaban entendiendo, pensaban que Jesús se estaba refiriendo ese templo construido de piedra.
Por eso, Juan hace la aclaración en el versículo 21:
Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
Jesús estaba hablando de su propia muerte y resurrección.
Juan 2:22 dice:
Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Después de la muerte y resurrección de Jesús, los discípulos recordaron la discusión que Jesús tuvo con las autoridades judías cuando limpió el templo. Recordaron que había predicho su resurrección.
Creyeron lo que Jesús había dicho sobre su resurrección y también cómo su declaración era un cumplimiento de las Escrituras (muy probablemente Salmo 16:10).
Entonces, ¿Cuál fue exactamente la segunda señal de Jesús?
Lo que Jesús estaba enseñando tenía que ver con su propio cuerpo y no con el templo de piedra. Jesús se refiere a Sí mismo como el Templo. Tres días después de su muerte, iba a resucitar.
3. Conclusión
La señal es que Jesús es el nuevo templo. Demostró esa verdad mediante su resurrección tres días después de su muerte.
Ahora bien, ¿Qué es un templo?
El templo es donde Dios se reúne con su pueblo.
Salomón construyó el primer templo, pero fue destruido. Se construyó un segundo templo y ese es el templo que Jesús visitó en Jerusalén.
Se decía que la presencia de Dios habitaba en el templo. La gente tenía que venir de todo el mundo para encontrarse con Dios, orarle y ofrecerle sacrificios.
Jesús estaba diciendo que su muerte y resurrección acabarían con la necesidad de ese templo de piedra.
Él sería el sacrificio máximo y final por su pueblo.
La gente ya no necesitará ir al Templo de Jerusalén para adorar a Dios.
Porque Jesús es el nuevo templo, la gente que está “en Cristo” podrá adorar a Dios en cualquier parte del mundo, en espíritu y en verdad.