
Señales de Jesús. (4) Jesús sana a un paralítico – Juan 5:1-15
Señales de Jesús. (4) Jesús sana a un paralítico – Juan 5:1-15
Meditación bíblica sobre Juan 5:1-15 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción
Jesús hizo una cantidad enorme de milagros. De ellos, Juan seleccionó sólo siete. Los llamó “señales”, lo hace con un propósito, y lo dice de esta forma:
“Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Juan 20:31).
Cada una de las siete señales apunta a una verdad diferente acerca de Jesús.
Hoy vamos a ver la cuarta señal de Jesús, la curación un hombre paralítico.
La cuarta señal en Juan 5:1-15 nos enseña que Jesús es el Hijo de Dios que sana espiritualmente a las personas. Revisemos el pasaje.
Jesús va a Jerusalén (5:1)
Leemos en el versículo 1:
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Con las palabras “después de estas cosas”, Juan pasa del tema anterior al siguiente incidente.
Juan no especifica a qué “fiesta de los judíos” se refiere. Juan, en su relato, continuamente relaciona su narración con alguna de las fiestas judías, como la Pascua – Pesaj- (2:13; 6:14; 11:55), los Tabernáculos -Sucot- (7:2) o la Dedicación (10:22). Por cierto, la Fiesta de la Dedicación no es una de las celebraciones mencionadas en el Antiguo Testamento, ya que fue instituida en el período inter – testamentario, pero se ha convertido en una de las más simbólicas. Hoy en día, se le conoce más comúnmente como la Fiesta de las Luces o Hanukkah.
Juan seleccionó señales que estaban vinculadas a una fiesta en particular para dar un significado más completo de esa fiesta.
Sin embargo, aquí en Juan 5:1, tenemos el único caso en el que Juan no identificó la fiesta de los judíos a la que Jesús asistió en Jerusalén.
Jesús celebró cada una de las tres fiestas anuales: la fiesta de la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos. Independientemente de la fiesta en particular, Jesús fue a Jerusalén para celebrarla.
Y fue mientras estaba en Jerusalén que nos enteramos de lo que sucedió a continuación.
Jesús sana a un paralítico (5:2-9a)
El versículo 2 dice:
Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
La puerta de las ovejas era una puerta en el muro norte que rodeaba el recinto del templo. El estanque estaba justo afuera de esta puerta. El estanque se llamaba en arameo Betesda, que significa “casa de misericordia” o “casa de gracia”.
Las ovejas eran llevadas a la puerta de las ovejas antes de ser sacrificadas en el complejo del templo.
En el versículo 3, Juan continúa escribiendo acerca de los cinco pórticos:
En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
Luego en el versículo 4 encontramos estas palabras: “Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.»
Este párrafo no está en los manuscritos griegos más antiguos, sin embrago si describe lo que creía la gente que acudía a ese lugar.
Juan continúa con su relato en los versículos 5-6:
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
De todas las personas que había en el estanque de Betesda, este hombre fue la persona a quien Jesús escogió para recibir su atención.
Juan incluyó este relato para mostrar la preocupación de Jesús por un caso extremo de discapacidad.
Jesús le preguntó al hombre si quería ser sanado.
La pregunta de Jesús ofrecía esperanza y nueva vida a este hombre.
Continúo leyendo el versículo 7:
Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
El hombre se aferraba a la creencia popular de que el primero que pudiera meterse en el estanque después de que se agitara, sería sanado.
Pero no tenía ningún amigo que lo ayudara. Tampoco tenía dinero para pagar a alguien que lo ayudara.
Este hombre enfermo se quejaba de sus circunstancias. Pero, aunque tenía esa actitud negativa:
Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
Las órdenes que le da Jesús son:
• Levántate
• Toma tu lecho
• Anda
El “lecho” normalmente era de paja, algo parecido a lo que conocemos en México como un «petate», y era lo suficientemente liviano como para que una persona físicamente apta pudiera enrollarlo y llevarlo sobre los hombros.
El versículo 9 dice:
Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo.
El hombre paralítico quedó sano inmediatamente.
Pudo hacer lo que Jesús le ordenó, es decir, se levantó, tomó su camilla y se fue caminando con ella.
Sus músculos atrofiados no necesitaron tiempo para fortalecerse.
Inmediatamente pudo hacer lo que un hombre físicamente apto podría hacer.
Por lo general, Jesús sanaba a las personas así. Instantáneamente y no en etapas.
El cambio dramático no podía atribuirse a una recuperación “natural”, sino al poder de Dios.
Jesús provocó una controversia
Los versículos 9-10 dicen:
Y era día de reposo aquel día. Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.
Juan mencionó que la curación tuvo lugar en el día de reposo.
Esto dio pie para la controversia que vendría después. Jesús solía hacer cosas en sábado que causaban controversia.
En este caso, el cuarto de los Diez Mandamientos estipulaba que no se debía hacer ningún trabajo en sábado.
En la Biblia de Estudio de John MacArthur podemos leer lo siguiente:
“El AT había prohibido trabajar en el día de reposo pero no estipulaba qué clase de “trabajo” prohibía (Éx. 20:8–11). Uno podría suponer que esto alude a ocupaciones relacionadas con el empleo cotidiano, pero la opinión de los rabinos se constituyó con el paso del tiempo en una tradición oral que añadía al AT y estipulaba un total de treinta y nueve actividades prohibidas (Mishná 7:2; 10:5 sobre el día de reposo), entre las cuales se incluía llevar cualquier cosa de un sitio a otro. En consecuencia, el hombre había transgredido la tradición oral pero no la ley del AT”
John MacArthur (Biblia de Estudio MacArthur, Editorial Portavoz, Grand Rapids, Michigan. 2379).
Los líderes religiosos judíos, en lugar de alegrarse por la asombrosa recuperación del enfermo, optaron por acusar a Jesús -de manera indirecta- interrogando al hombre que había sido sanado.
El hombre sanado, confundido responde. en el ver. siguiente:
Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.
El hombre trató de quitarse la presión diciendo que alguien más le había dicho que violara una de las treinta y nueve actividades prohibidas en la tradición oral.
Pero esos líderes judíos no quedaron satisfechos con esa respuesta.
Le preguntaron al hombre sanado: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?
Los líderes judíos estaban molestos porque alguien le ordenara a otra persona que quebrantara sus añadiduras a la Ley.
En el versículo 13 leemos:
Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.
Luego leemos en el versículo 14:
Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.
Juan no dijo cuánto tiempo había transcurrido desde el momento en que Jesús sanó al hombre hasta el momento en que lo encontró.
Cuando Jesús encontró al hombre, estaba en el complejo del templo, que estaba a cerca del estanque de Betesda. Jesús vio el hombre ya estaba bien.
Luego lo exhortó a no pecar más para que no le sucediera nada peor.
Estos comentarios de Jesús indican que el pecado tiene sus consecuencias.
Aunque las Escrituras explican que no toda enfermedad es una consecuencia del pecado, en ocasiones la enfermedad puede vincularse de forma directa a la torpeza moral de una persona.
Jesús había sanado físicamente al hombre.
El hombre había estado paralitico durante treinta y ocho años.
Uno pensaría que el hombre querría saber todo acerca de Jesús. Uno podría pensar que el hombre estaría eternamente agradecido con quien lo había curado después de una parálisis tan larga. Pero no fue así.
Cuando las autoridades judías lo confrontaron, rápidamente trató de quitarse el problema de encima. La declaración de Jesús al hombre fue una advertencia para que arreglara su vida espiritual con Dios.
Una cosa es sanar el cuerpo, pero con el tiempo ese cuerpo morirá.
Es mucho más importante sanar el alma, porque esa alma durará por toda la eternidad.
Jesús no quería que le sucediera algo peor a ese hombre.
El versículo 15 dice:
El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
No sabemos cuál fue su motivo para decirles a estos líderes religiosos judíos que era Jesús quien lo había sanado. Quizás cooperó con ellos porque no quería meterse en problemas con ellos. O quizás esperaba que tuvieran una mejor actitud hacia Jesús.
Sin embargo, Juan agrega una nota diciendo la razón de la hostilidad de los líderes religiosos judíos.
En el versículo 16 dice:
Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.
Jesús no quebrantó la ley de Dios con respecto al sábado, ya que no había ninguna prohibición en la palabra de Dios contra hacer el bien en ese día.
Sin embargo, Jesús hizo caso omiso de la ley oral que los judíos habían desarrollado con respecto a la observancia del sábado, y esto es lo que molestó a los líderes religiosos judíos.
Por lo tanto, “perseguían” a Jesús, es decir, se oponían a él en forma hostil, repetida y continua. Y eso, a la larga, terminaría con su crucifixión.
Conclusión
Esta cuarta señal en Juan 5:1-15 nos enseña que Jesús es el Hijo de Dios que sana espiritualmente a las personas.
Cuando las personas enferman gravemente, quieren sanarse físicamente. Para algunas personas, esto se convierte casi en una obsesión. De vez en cuando, se oye hablar de una recuperación notable de una persona. Damos gracias a Dios por esa sanación.
Sin embargo, vemos con tristeza que poca gente que piensa en la salud de su alma.
Eso vio Jesús en el paralitico que sanó en el estanque de Betesda.
Cuando Jesús lo vio más tarde en el recinto del templo, le dijo “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.”
¿Qué peor cosa podría pasarle que haber estado inválido durante más de 30 años?
Lo peor podría ser recuperar la salud física y perder el alma.
Lo peor podría ser estar separado de Dios por toda la eternidad.
No sabemos, pero lo que sí sabemos es que
Jesús es el Hijo de Dios que sana espiritualmente a las personas.
El poder de Jesús para sanar cuerpos es una señal de que también puede sanar almas.