Adoramos a un Dios que habla

Meditación sobre Hebreos 1:1-4 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Transcripción…

Leamos la Palabra de Dios en Hebreos 1:1-4

1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.

Una de las principales preocupaciones de esta epístola, el libro de Hebreos, es el tema de la perseverancia o resistencia en la vida cristiana.
Es un tema se repite una y otra vez a lo largo de la epístola.
Nos damos cuenta de que los lectores originales, a los que el autor está escribiendo a mediados del siglo I d.C., se estaban enfrentando a algún tipo de persecución.
No lo sabemos con precisión, pero esa persecución que estaban sufriendo estaba haciendo que algunos renegaran de su compromiso con Jesucristo.

Era más que probable que los lectores originales fueran judíos convertidos al cristianismo.
Estaban sufriendo algún tipo de marginación social.
Es posible que hayan temido que algo más severo, tal vez algo como el martirio, estuviera en el horizonte.
Por eso, algunos de los lectores originales de esta epístola estaban listos para tirar la toalla y regresar a sus vidas anteriores en el judaísmo.

Estaban dispuestos a volver al Antiguo Pacto, el sistema del Antiguo Testamento de sacrificios sangrientos y el templo.
Ya que alguna vez habían abrazado esos sistemas que, teológicamente hablando, habían quedado obsoletos a partir de la venida al mundo de la persona y la obra de Jesucristo.
Regresar a esos sistemas no les iba a provocar básicamente ningún problema comparado con todos los problemas que les traía su compromiso con Cristo.

Entonces, frente a esta situación, el autor los exhorta a mantener el rumbo, para que reconozcan que la meta de todo lo que el Antiguo Pacto, el sistema de sacrificios sangrientos, había llegado a su fin gracias al ministerio sacerdotal de Jesús.

Estoy seguro que nosotros, en la actualidad, nos enfrentamos constantemente a una sociedad que nos trata de persuadir a que perdamos el rumbo y nos alejemos de la fe y del evangelio.

¿Te está pasando eso a ti?

Tal vez sea porque tienes miedo de ser marginado, y que por ello te acercas más y más al mundo, que lo que busca es hacer que la iglesia se convierta en algo irrelevante.

Tal vez sea porque no te das cuenta que la Biblia realmente tiene algo aplicable que decir ante las grandes cuestiones de nuestros días.

Quizás ya fuiste persuadido, en tu caminar cristiano, para vivir tu vida como si la revelación que tenemos en el Antiguo y Nuevo Testamento ofrecieran sólamente una ética pasada de moda, que -según el mundo- ninguna persona culta o razonable podría aceptar.

Y entonces vives y actuas como si Cristo, y en particular la Palabra de Dios -en la cual encontramos a Jesucristo- simplemente ofreciera ‘sabios’ consejos que podrían colocarse junto a cualquier cantidad de textos que promueven las filosofías de nuestros días.

Esto se basa en la suposición errónea de que algo falta en Cristo y algo falta en la plenitud de la revelación que testifica de Jesucristo en el Antiguo y Nuevo Testamento.

Independientemente de las formas en que podamos ser persuadidos en nuestra vida de dejar a un lado a Cristo y su Palabra, lo que necesitamos escuchar es exactamente lo que los lectores originales de Hebreos necesitaban escuchar:
la supremacía absoluta del Hijo de Dios y la suficiencia absoluta de su Palabra.

Es una Palabra que alcanza su cumplimiento y plenitud, en el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.

Entonces, la idea esta mañana es ésta: Dios ha hablado de manera definitiva en su Hijo.

Vamos al pasaje de hoy:

1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

Adoramos a un Dios que habla. Un Dios que voluntaria e intencionalmente tomó la iniciativa, de diversas maneras y formas a lo largo de la historia, de comunicar a su pueblo la verdad divina para que lo conozcamos.

Cuando abrimos nuestras Biblias, vemos este acto voluntario revelador de parte de Dios desarrollarse desde el comienzo de la historia.

En el jardín del Edén, en el libro del Génesis, Adán no tuvo que involucrarse en algún tipo de autorreflexión existencial sobre su propia existencia o sobre el Dios que lo creó y creó el mundo.

Dios, desde el principio, estuvo en contacto con Adán y Eva en el jardín. Habló con ellos y les reveló su voluntad.

Luego, después de Adán, encontramos que Dios le habla a Noé, le habla a Abraham, le habla a Moisés, a David y al resto de los profetas que profetizaron antes del exilio, durante el exilio y después del exilio.

Habló en varias épocas de la historia redentora, revelando progresivamente más de sí mismo y más de su voluntad y en cada una de estas épocas.

También habló, como nos dice el autor de Hebreos…

de muchas maneras.

A algunos Dios les habló a través de intermediarios angelicales, a otros les habló a través de sueños o visiones.

A medida que cada profeta recibió revelación de Dios, ¿qué hicieron? Lo escribieron, escribieron lo que Dios comunicó para preservar las palabras inspiradas por el Espíritu de Dios para el pueblo de Dios, y las tenemos a nuestra disposición en las Escrituras del Antiguo Testamento.

El Dios que habló a través de los profetas y todavía nos habla hoy. No en el sentido de darnos una nueva revelación, o una nueva palabra del Señor, sino por su Espíritu que ilumina las palabras que están escritas y conservadas para nosotros en las Escrituras.

No buscamos debajo de una roca para encontrar a Dios. No nos miramos a nosotros mismos para encontrar a Dios. Si haces eso, lo que encontrarás será un dios hecho a tu propia imagen.

En cambio, buscamos la Palabra de Dios y solo la Palabra de Dios para encontrar a Dios y encontrarnos con Dios y conocer a Dios.

Tan notable es que Dios hablara, que adoramos al Dios que habla, el Dios que nos ha hablado, el Dios que todavía nos habla a través de las Escrituras del Antiguo Testamento. Pero estas palabras de los profetas a las que el autor de la epístola a los Hebreos alude aquí, todavía estaban incompletas.

Las palabras de los profetas mismos esperaban en la historia redentora una nueva revelación, ellos esperaban un nuevo pacto que vendría con sus propios documentos.

También esperaban con ansias la finalización de esta metanarrativa de redención que comenzó en el libro de Génesis.

Nuestro pasaje continua diciendo…

2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.

En el pasaje dice que la revelación de Dios en y a través de su Hijo tiene lugar en estos ‘postreros días’.

A lo largo del Nuevo Testamento, el entendimiento compartido por los apóstoles es que los días en que vivimos, los días entre la primera venida de Cristo y su segunda venida, son los últimos (o los postreros) días.

Entendemos que debido a que Dios ya ha hablado en estos últimos días por medio de su Hijo, no hay nueva revelación o palabra del Señor que debamos esperar más allá de las Escrituras, más allá de las palabras de los profetas y las palabras del Hijo.
El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento no dejan nada que quede por decir hasta que Jesús regrese.

La revelación divina se ha completado en y a través de Jesucristo, el Hijo de Dios, y es a esa revelación, a la plenitud de esa revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento, que nosotros, como pueblo de Dios, estamos llamados a mirar para conocer a nuestro Dios.

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