Servidores de un nuevo pacto – 2 Corintios 3:4-6 (v. 6)
Meditación sobre 2 Corintios 3:6 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Voy a dar lectura al pasaje que será base de nuestra meditación hoy. Está en 2 Corintios 3:4-6
4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
Dice que Dios nos ha hecho competentes (nos ha capacitado) para ser ministros (διάκονος diákonos = servidores) de un nuevo pacto.
Si es un nuevo pacto, eso implica que hay un viejo pacto y dice que ese viejo pacto es el «de la letra» y el nuevo pacto es el «del Espíritu».
Todos nacemos operando en ese viejo pacto.
Sin embargo, una persona, al hacerse cristiana no empieza a operar automáticamente en el nuevo pacto.
Es por eso que podemos encontrar cristianos que están muy confundidos, desgarrados por dentro, incapaces de manejar la vida, tal como si no fueran cristianos.
Porque aunque son cristianos, no han aprendido aprendido a operar en el nuevo pacto, que tienen a su disposición en el Cristo Jesús.
Siguen operando, en su mayor parte, en el viejo pacto. Y eso es lo que está arruinando sus vidas. Dice «porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.»
Ahora, ¿cuál es ese «viejo pacto»?
Pablo al llamar al viejo pacto como el «de la letra», lo está relacionando con la Ley de Moisés.
¿Por qué Pablo asociaría esto con la Ley de Moisés?
Porque la Ley nos fue dada para mostrarnos que la base de nuestra vida humana, heredada de Adán, está mal.
La Ley nos exige algo y cuando tratamos de cumplir con lo que la ley exige, nos damos cuenta de que, pese a nuestro esfuerzo o buenas intenciones, no podemos.
Aún haciendo todo lo posible, nadie ha logrado estar a la altura que los Diez Mandamientos exigen.
Si lo dudas, date veinticuatro horas en las que busques con todas tus fuerzas vivir a la altura de los Diez Mandamientos.
Seguramente habrás roto uno de ellos antes de que pasen unos pocos minutos. Por ejemplo: «No codiciarás». Eso significa que no puedes levantar la vista y ver nada que alguien tenga y que te gustaría tener. ¡Esa es la Ley! nos es imposible cumplirla.
El nuevo pacto que Pablo describe consiste en esto: Nada proviene de nosotros, todo proviene de Dios.
5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos [nada de nosotros], sino que nuestra competencia proviene de Dios [todo de Dios] (2 Corintios 3:5)
Es Dios obrando en nosotros lo que nos hace actuar y tener este tipo de vida. Si ese es el nuevo pacto, ¿Cómo sería el antiguo pacto? Sería «Todo viene de nosotros; nada viene de Dios».
«Pero», posiblemente tu pienses, » ¿Cómo podría un creyente en Jesucristo actuar como si nada dependiera de Dios? Por supuesto que dependemos de Dios… eso todo cristiano lo sabe».
Efectivamente, todos sabemos que Dios está ahí, pero realmente muchos no esperan que Dios haga nada. Ese es el problema. Y ese es el gran problema de la iglesia hoy.
Continuamente veo lo poco que los cristianos esperan que Dios haga algo, cómo las iglesias se administran y operan exactamente como negocios, sin esperar que Dios haga nada. Actúan con la idea de «todo depende de nosotros».
Permítanme ilustrar cómo puede ser esto. Piensa en esa historia de Jesús alimentando a los cinco mil. La escena es a la orilla del mar en horas de la tarde. La multitud ha estado escuchando todo el día y tienen hambre. Felipe se acercó a Jesús y le dijo: «Despídelos. para que vayan a los pueblos cercanos y compren algo d comer» (Mateo 14:15). Jesús le dijo: «no es necesario que se vayan. Denles ustedes de comer» (Mateo 14:16). ¿Y cuál fue la reacción de Felipe? «Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.» (Juan 6:7). Felipe cuenta con sus recursos humanamente disponibles.
Aquí está el Señor Jesús, a quien acababa de ver hacer cosas maravillosas, de pie frente a él, pero no contó con él en absoluto. Su cálculo estaba en los recursos normales de la vida. Ahora bien, si Felipe hubiera sido ateo y Jesús le hubiera dicho: «Dales de comer«, habría dicho exactamente lo mismo. En otras palabras, no hay diferencia entre el creyente y el incrédulo en la forma en que actúa en esa situación.
Pero no se queda ahí la historia… llega Andrés y dice. «Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿Qué es esto para tantos?»
Y el resultado es: 5000 personas alimentadas ese día.
Esa es la diferencia entre el viejo y el nuevo pacto. Lo viejo es, todo viene de mí, todo depende de mí. «Si no tengo lo que se necesita, no se puede hacer». Por otro lado, tu actitud puede ser que todo depende de Dios.
Dios nos siga capacitando para vivir en este Nuevo Pacto.
Así sea.