Fe y Oración – Parte 5 (Conforme a su propósito)

Cosas que impiden al hombre vivir con fe:
  1. La falta de creencia de en la existencia de Dios en forma perceptible y activa, es decir reconocen que Él existe, pero que no supervisa cada detalle de su vida.
    La fe de estas personas se resume en que hay un Creador de universo y (en su opinión)Él está ahí en algun lugar del cielo y no interviene en la vida diaria. Por esa razón no piensa en dirigirse a Él cuando tiene una gran necesidad.
  2. La falta de creencia en que todo creyente puede dirigirse a Dios en un lenguaje simple, pedirle ayuda en cada asunto, asesorarse con Él, contarle sus angustias y hablar con él de todas nuestras inquietudes.
  3. No creer que nuestra fe es demasiado pequeña. Creer que nuestra fe es inquebrantable y que somos los mejores creyentes del mundo y que con solo concentrarnos en desear algo mucho podemos lograr cosas grandes. Esa idea ha sido importada del pensamiento mágico y religiones místicas.
    Eso implica: creer erróneamente que nuestra fe (ya sea grande o pequeña) es algo que no puede crecer más.
  4. No creer que Dios nos ama y que, tanto cosas agradables o desagradables, serán usadas por Dios para nuestro bien. Eso lleva a creer que el sufrimiento o el dolor están fuera de la voluntad de Dios. Esto se pone de manifiesto en las personas que piensan que cuando sucede algo que contradice su voluntad (la de ellos), también es en contra de la voluntad de Dios. Eso, en el fondo, es la creencia de que la voluntad de Dios debe sujetarse a la suya.

Conforme a su propósito (Fe y Oración parte 5)

(Transcripción)

Hemos visto en las partes anteriores de esta serie que la fé es un don de Dios, nosotros no logramos la fe. La da a quienes en su soberana voluntad Él ha elegido. La Biblia nos exhorta a que crezcamos en la fe, pero este crecimiento inicia a partir de haber recibido la fe salvadora dada por Dios. Dios mismo provee los medios para este crecimiento.

Esta fe nos impulsa a orar y mantener una comunicación constante con Dios: buscamos su voluntad a través de la constante meditación en Su Palabra revelada -así escuchamos Su voz- y hablamos con Dios en lenguaje cotidiano y simple, agradeciendo, pidiendo su ayuda y su guianza en cada asunto de nuestra vida. Así vamos creciendo en la fe.

Calvino habla de diversos grados de fe. Usa conceptos como «infancia de la fe», «comienzos de la fe» y «fe débil» con frecuencia.
Toda fe comienza en la infancia, dice Calvino.
Escribe:

La paciencia de Cristo es grande al considerar discípulos a aquellos cuya fe es tan pequeña. Y, de hecho, esta doctrina se extiende a todos nosotros en general, pues la fe que ahora es plenamente madura tuvo su infancia al principio, y tampoco es tan perfecta en ninguno como para que no le sea necesario hacer progreso en ella.Juan Calvino

Y presenta al Espíritu Santo no solo como el iniciador de la fe, sino también como la causa y sustentador de su crecimiento.

Ahora llegamos a la quinta cosa que impide al hombre vivir con fe
  1. Creer que la fe es algo que podemos «lograr» con nuestro propio esfuerzo. Pensar esto es considerar la fe como una «obra» mas. Como consecuencia, el hombre que cree esto dice: «puedo tener fe cuando yo lo decida», «más adelante tendré fe, por ahora me dedicaré a lograr mis objetivos», «la fe entrará en mi agenda cuando tenerla contribuya al logro de mis objetivos», «si fingir fe contribuye al logro de esos objetivos, fingiré fe».

Recordamos Romanos 8:28, que dice:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.Rom. 8:28

Y dijimos que este versículo nos habla de que los beneficiarios de esta masiva promesa son los que antes no amaban a Dios, pero ahora lo aman, porque Dios mismo les ha llamado a salir de las tinieblas a la luz, desde la incredulidad a la fe, desde la muerte a la vida, y ha puesto en ellos amor para Él.

El llamado de Dios es el cumplimiento del nuevo pacto prometido en el AT:
Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.Deuteronomio 30:6

La razón por que los creyentes podemos tener tal seguridad de que Dios realmente cumplirá esta promesa en nosotros, es que Dios mismo nos ha llamado poderosamente -en forma personal- a ser parte de este pacto, y nos ha capacitado para ello.

Cuando no abrazamos la doctrina de la soberanía de Dios, de su llamado, nos negamos a nosotros mismos profundas y maravillosas convicciones.

Viene una inmensa fortaleza sobre la vida diaria de un creyente cuando sabe com plena certeza cómo es que se ha convertido en beneficiario de esta incomparable promesa.

Y como si esto fuera poco para darnos la seguridad de que por el llamado de Dios somos beneficiarios de esta promesa, Pablo añade las palabras: «conforme a su propósito».

Esta frase afirma de manera perfectamente clara y contundente que el llamado de Dios se origina en el propósito de Dios, no en el nuestro.

El llamado de Dios no es una respuesta a algo que nosotros nos hayamos propuesto hacer.

Dios tiene sus propios propósitos, santos y elevados, que gobiernan a aquellos que llama, y Dios hace su llamado conforme a estos propósitos, no a los nuestros.

¿Cuál es entonces el fundamento de Romanos 8:28?

¿Dónde pueden encontrar aquellos que aman a Dios, la seguridad de que la tribulación, y la angustia, y el hambre, y la desnudez, y el peligro y la espada, y la mortandad, cooperarán para su propio bien?

La respuesta es que aquellos que aman a Dios son también los que han sido llamados por Dios, y que su llamado no está basado en algo tan vacilante e incierto como «nuestro compromiso con Dios», sino solo en su propósito eterno de elección, por el que Dios me favorece sin tener en cuenta ninguna de mis obras.

Nuestra confianza de que todas las cosas difíciles y felices de nuestra vida realmente se convertirán en servidoras de nuestro bien, está basada no solo en el hecho de que hay una promesa en la Biblia, sino en el hecho de que desde la eternidad Dios, en su gran misericordia, nos ha escogido para que disfrutemos su banquete, y nos ha dado evidencia de nuestra elección al crear en nosotros corazones (que antes eran piedras) que aman a Dios.

Si tenemos esta convicción. Nos queda una cosa: crecer en la fe.

Pero, dijimos que alguien que piensa que puede lograr fe con su propio esfuerzo, también puede fingir fe. ¿cómo es esto posible?
hay fe falsa y fe verdadera … ¿cmo podemos autoexaminarnos?

De eso hablaremos más adelante.
Dios les bendiga. Hasta la próxima.

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