El cuidado de los mandatos de Dios

Meditación sobre Job 23:12 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Transcripción…

Buenos días hermanos. Les habla Fernando Acevedo hoy miércoles 4 de agosto del 2021.

La meditación del día de hoy se titula: «El cuidado de los mandatos de Dios» basado en el libro de Job 23:12 que dice:

"Del mandamiento de sus labios nunca me separé; Guardé las palabras de su boca más que mi comida."

El libro de Job nos relata la historia de una serie de desdichas que azotaron a este varón. Era un rico hacendado que vivió con su familia en Uz, que se piensa se encontraba en la región aramea.

Job era un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y que se mantenía apartado del mal. Sin embargo, de un momento a otro se ve envuelto en una serie de desgracias que lo llevaron a quedarse sin sus bienes materiales y de sus hijos.

Ahora su condición de abundancia, es reducida a la miseria y quebrantada su salud, ya que satanás con el consentimiento de Dios, lo hirió con una sarna maligna desde la planta del pie, hasta la coronilla de la cabeza (Job 2:7).

A pesar de todos los reproches que le hacía su mujer diciéndole: Job 2:9 «¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete.», él se mantenía firme en su fe, confiando en Dios y bendiciéndole.

Estando en esta situación, es visitado por 3 amigos, Elifaz temanita, Bildad zuhita y Zolar naamita, quien al verle desde lejos no le reconocieron debido a la sarna que padecía. Su visita tenía el propósito de condolerse de él y consolarle. Cada uno de ellos hablaba en turno con Job, respondiendo éste a cada uno de ellos.

En el capítulo 22, vemos a Elifaz temanita, reprendiendo a Job por tercera vez, quién de manera retórica le hace una serie de preguntas para hacerle ver que Dios no se beneficiaba con ningún hombre, aunque este fura inteligente, inocente o que anduviera en buen camino ni tampoco castigaba por su piedad.

En los vv. 5 – 11, Elifaz acusa a Job de haber oprimido a las personas, de no haber visto a los necesitados, de no haber tenido misericordia y de haber sacado provecho de su condición de abundancia. Acusaciones todas sin ningún fundamento.

El propósito de Elifaz era que Job se diera cuenta, que por sus acciones le había sobrevenido su ruina, recordándole que en el pasado le había sucedido lo mismo a los impíos. Elifaz presuponía que Job no conocía a Dios. El consejo era bueno, pero dirigido a la persona equivocada.

En el capítulo 23 encontramos a Job respondiendo a su amigo Elifaz diciendo: «Hoy también hablaré con amargura, porque es más grande mi llaga que mi gemido».

La amargura que Job sentía debido a todo lo que le había pasado, le provocaba un dolor tan profundo que sentía que su gemido no era suficiente para expresarlo, era un dolor que carcomía sus entrañas. Anhelaba ardientemente que alguien le dijera dónde encontrar a Dios, para acudir a Él, para que una vez estando en su presencia, exponer su causa.

Pensaba y estaba seguro, que al presentar sus argumentos, sería suficiente para que el Señor reconsiderara por todo lo que le estaba pasando y así escapar para siempre de su juicio.

Estaba dispuesto a buscarlo desde el oriente hasta el occidente, y si fuera necesario, desde el norte hasta el sur. Demos gracias a Dios, porque por medio de Cristo podemos encontrarlo. Él es el medio que Dios nos proveyó para reconciliarnos con Él.

En los vv. 11 y 12 dice a su amigo:

11 Mis pies han seguido sus pisadas; guardé su camino, y no me aparté.
12 Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida."

Job era un hombre apartado del mal: «era perfecto y recto, temeroso de Dios» (Job 1:1). Nunca se separó de la Palabra de Dios, siempre guardó sus caminos, deleitándose en sus mandatos, porque sabía que eso agradaba a Jehová. Los mandamientos de Dios eran tan importantes para él, que los consideraba más valiosos que su comida.

Pero… ¿Por qué eran tan valiosos para Job? Porque él sabía que Sus mandatos son rectos y que llenan al corazón del hombre con gran gozo, porque son puros, son verdaderos y son justos. Por eso, Job le daba más valor que su propio alimento. Se deleitaba en la Palabra de Dios.

En Ezequiel 3:3 dice:

"Y me dijo (Dios a Ezequiel), Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel."

Los mandatos de Dios, tenían para Job, un valor inconmensurable.

Por eso guardaba su Palabra.

Estimado hermano, ¿has tenido el debido cuidado de guardar cada uno de los mandamientos de Dios?

¿Te has deleitado en ellos, como lo hizo Job?

¿Estás consiente de las consecuencias de que traería el descuidar cada uno de ellos? La Biblia está llena de ellos, porque es la Palabra de Dios es inspirada por el Espíritu Santo.

Tenemos la bendición de tenerla a nuestro alcance.

En Proverbios 3:1 – 4 dice:

1 Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos;
2 Porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán.
3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, escríbelas en tu corazón.
4 Y hallarais gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres.

Pablo dijo a Timoteo:

"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para instruir en justicia".

No descuidemos ninguno de sus mandamientos para que no nos pase lo que a las cinco vírgenes insensatas que por no prevenir el suficiente aceite, se quedaron fuera de las bodas.

Estemos atentos, Cristo dijo a sus discípulos: Mat 5:18

"Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido."

Reciban un saludo fraternal en el amor de Cristo. Hasta luego.

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