Deseando volver a la esclavitud – Judas 1:5
Meditación sobre Judas 5 por el A.I. Saulo Murguía
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Para inicar hoy, voy a leer el Salmo 95:6:11
6 Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
9 Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron, y vieron mis obras.
10 Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
11 Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo.
Ahora leeré Judas 1:3-7
3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
5 Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron. 6 Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; 7 como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
El pueblo de Israel vió abrirse el Mar Rojo para permitirles caminar en seco a través de el. Vieron la gloria del Señor en el monte Sinaí.
Lucharon contra sus enemigos y vencieron gracias al poder de Dios.
Durante seis días de la semana, se despertaban y encontraban toda la comida que necesitaban en el suelo fuera de las tiendas donde habitaban.
Habían visto muchas maravillas de Dios, pero se quejaban y sentían que eso no era suficiente.
Querían volver a Egipto para disfrutar de lo que comian allá. Al parecer les había hartado el maná.
En Números 11:4 y 5, leemos lo que pasó:
«Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!. Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.»
No fue solo este menú basado en un solo alimento (maná) lo que hizo que quisieran regresar a Egipto.
Habían creido que seguir a Dios les iba a dar más placeres terrenales, ya que en el desierto no había muchas cosas de las cuales disfrutar.
Incluso la Tierra Prometida no era suficiente para ellos, por lo que rechazaron a Dios. En ese momento preferian volver a la esclavitud de Faraón que seguir confiando en Dios.
Judas, entonces, enfatiza que la salvación no se encuentra en la gratificación momentánea de los placeres de esta vida.
Por esa razón tenemos que cuidarnos de la tentación de buscar nuestro máximo consuelo en las experiencias de esta vida.
Esperar que Dios proporcione esas experiencias es pedirle que nos devuelva a la esclavitud del pecado.