La gracia de Dios y la esperanza viva (7) – 1 Pedro 3:8-22

Serie: Primera Epístola de Pedro
Meditación bíblica sobre 1 Pedro 3:8-22 por el Hno. Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hemos estado hablando de cuál ha de ser el comportamiento dentro del matrimonio cristiano, en donde el esposo es quien ejerce el liderazgo, y la esposa viene a ser la ayuda idónea, complementándose uno al otro. Ahora, hablaremos de cuál ha de ser el comportamiento con nuestro prójimo y daremos lectura a 1ª de Pedro 3: 8 al 22:

Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 10 Porque:

El que quiere amar la vida

Y ver días buenos,

Refrene su lengua de mal,

Y sus labios no hablen engaño;

11 Apártese del mal, y haga el bien;

Busque la paz, y sígala.

12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,

Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? 14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. 17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. 18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. 21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, 22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.

En los versículos del 8 al 12 el apóstol Pedro nos recuerda algo muy importante. Nuestro llamamiento, ahora como creyentes, es nuestro deber amar a nuestros enemigos, hacerles bien, aunque ellos nos traten mal. Dios nos bendice cuando mostramos amor y misericordia a nuestros enemigos, al bendecirlos a ellos nosotros mismos somos bendecidos.

Somos llamados a heredar una bendición, más delante de los versículos 13 al 15, el apóstol Pedro nos habla de aquellos que buscan hacernos daño, sus intentos se verán frustrados, la realidad es que solo nosotros mismos podemos hacernos daño cuando dejamos de confiar en Dios, difícilmente se opondrán a nosotros si hacemos el bien, pero, si por hacer el bien nos toca sufrir, esto es lo mejor por causa de la justicia que hacer una concesión. Versículo 17 dice “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”

El Señor Jesucristo, es el ejemplo por excelencia, de obediencia, y de lo que es padecer injustamente.

Finalmente, en el versículo 22 el apóstol pedro busca recalcar la completa victoria de Cristo, que es sobre “ángeles, autoridades y potestades”.

Colosenses 2:15 dice

“Y despojando a los principados y a las potestades, los exilió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz; “

Esta es la victoria que conquistó Jesucristo, sobre Satanás y sus ejércitos (seguramente formados por ángeles caídos). Así, entonces, como creyentes y por la fe en Jesucristo, no luchamos por la victoria, sino desde la victoria.

La poderosa victoria que nuestro Señor Jesucristo ganó por nosotros en su muerte, resurrección y ascensión.

Ahora como creyentes, y por la fe en Jesucristo podemos llegar a ser uno con Él, e ir de victoria en victoria.

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