La gracia de Dios y la esperanza viva (9) – 1ª de Pedro 4:1-11

La semana pasada hablamos acerca de nuestro llamamiento y por nuestro llamamiento como creyentes en Jesucristo, debemos mostrar amor hacía nuestros enemigos, bendiciéndolos y al bendecirlos, nosotros mismos somos bendecidos. Hoy hablaremos más de este tema, para esto daremos lectura a

1ª de Pedro 4:1-11:

Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.

Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguna ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

En estados versículos, él apóstol Pedro nos habla de no vivir más conforme a la carne, como cristianos que en la persona de Cristo ha muerto, ya no tiene que ver más con el pecado.

Recordemos: “La carne es la esfera donde el pecado tiene cabida”.

Ahora, como creyentes y en virtud de la unión con Cristo, y armados de su mismo pensamiento, no queremos vivir más el resto de nuestro tiempo en las concupiscencias de los hombres; sino en la voluntad de Dios.

Al someternos a la voluntad de Dios y tener la misma actitud que el señor Jesús tenía hacia el pecado, podremos dejar la vida vieja y manifestar la vida nueva.

Ahora bien, esta vida nueva sin duda será juzgada por los hombres incrédulos, lo cual no nos debe preocupar, pues con quien debemos estar bien, y a quien debemos temer es a Dios y no a los hombres. El incrédulo no entiende el porqué del cambio tan radical por parte del creyente, que ahora confía en Cristo y es hecho hijo de Dios.

Así entonces en lugar de discutir con ellos (los incrédulos) del porqué de nuestro cambio debemos orar por ellos, y finalmente sea Dios quien los juzgue.

Más adelante del verso 7 al 11, el apóstol Pedro nos lleva a reflexionar que si esperamos el regreso de Cristo, ya que el fin se acerca, entonces, pensaremos en los demás, relacionándonos con ellos de forma apropiada, mostrando un ferviente amor por los creyentes ; es decir que con fervor e intensidad se procurará el bien de los otros, promoviendo el bien, también hacía nosotros mismos; debemos trabajar en esta clase de amor cristiano, tratando a los otros como Dios nos trata, y siendo obedientes a lo que Dios nos pide en su palabra, dando siempre a Dios la gloria, y reflejando a Cristo en nuestras vidas.

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