La gracia de Dios y la esperanza viva (5) – 1 Pedro 3:1-7

Serie: Primera Epístola de Pedro
Meditación bíblica sobre 1 Pedro 2:11-25 por el Hno. Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

La semana pasada hablamos de que en este mundo estamos de paso, como peregrinos que en realidad somos ciudadanos del reino de los cielos, y en este sentido somos representantes del señor Jesús, y que como representantes del señor Jesús, actuamos en consecuencia en nuestra sociedad como ejemplo de obediencia y sumisión en este mundo; claro, solo si esto, no va en contra de la voluntad de Dios.

Hoy hablaremos de nuestro actuar dentro del hogar, daremos lectura a 1 Pedro 3:1-7:

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Es interesante notar que el apóstol Pedro inicia dando instrucciones a la esposa, buscando recalcar que Dios ha ordenado la autoridad en el hogar, porque en su sabiduría, Él sabe que esto es lo mejor para un matrimonio y un hogar satisfactorio y feliz.

Así, cuando el apóstol habla de sujeción en ningún sentido quiere decir con esto que la esposa sea o esté en una condición inferior al hombre, pues ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y a ambos les dio dominio (Génesis 1:26-28), sin embargo, dio el liderazgo al hombre, en este sentido, el esposo creyente deberá ministrar a su esposa y ayudarla a verse hermosa en el señor Jesús, es decir, interiormente, en el corazón,

“esto no quiere decir que la esposa no se preocupe cuidándose y arreglándose, pues cualquier esposo se sentirá orgulloso de que su esposa sea atractiva, sin embargo, su verdadera belleza no brota de una tienda de ropa, brota de su corazón”.

Así mismo, la esposa debe ayudar y animar a su esposo, de tal manera que él se fortalezca en su fe y confianza en el señor. Por otra parte, si en casa hubiera personas inconversas estas serán ganadas para Cristo, no precisamente por lo que se les comparta del evangelio, sino por lo que ven y oyen de nosotros como testimonio de vida.

La semana próxima abundaremos más en este tema.

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